Columnas

Wednesday, September 03, 2014

11 de septiembre y las grandes Alamedas por la vida




 
     
       Cuando el dolor y el luto cubrieron a miles de hogares en Estados Unidos con el horrendo zarpazo  en el 2001, ya el mundo había vivido, también,  otros 11 de septiembre cargados de vandalismo, dice la colega Hilda PupoSalazar.
    Chile despertó ese día, pero  de 1973,  estremecido por los disparos golpistas que le mataron a su presidente constitucional Salvador Allende. A partir de entonces conoció una feroz dictadura, responsable de un rosario de hijos muertos y desaparecidos.
     El barcosoviético Iván Shepotkov, anclado en un puerto del Norte,  le explotó una bomba puesta por el grupo Omega 7,  el 11 de septiembre de 1976,  y esos mismo sicarios escogieron tal fecha  un quinquenio después para sabotear el consulado de Méjico en Miami.
      Cuba tenía,  en ese tiempo, sembrado su calendario de enero a diciembre con la más increíble variedad de atentados y fechorías, causantes de tantas o más víctimas que las acumuladas en el derrumbe de las Torres Gemelas, pero tal parecía que en el 2001 se inauguraba el terrorismo en el mundo.
        Poco después del crimen, el Congreso estadounidense, con votación de 420 contra uno, le dieron  Carta Blanca a Bush para  que “usara toda la fuerza necesaria y aprobada”,  y dedicaron 40 mil millones de pesos para financiar las acciones militares en la supuesta guerra contra ese flagelo.
     El mundo conoció, entonces, el terrorismo multiplicado. Se desató una histeria belicista aún no terminada. Afganistán fue el primer país escogido para el escarmiento y  después que lo arrasaron y acabaron con su pueblo, le tocó el turno a Irak.
    Ante tanto genocidio, la humanidad clamaba que con la teoría de  ojo por ojo y diente por diente, todos íbamos a quedar tuertos y desdentados,  y la verdad no es diferente. El Medio Oriente desestabilizado es un polvorín donde caen a diario decenas de seres de uno y otro bando, mientras que el antiguo prestigio de la ONU no ha podido recuperarse.
    A estas alturas, cuando se conmemora otro aniversario del ataque a la mayor potencia del Universo  y el comienzo de la cacería a Bin Laden y Sadam Hussein, hay más terror que antes.
      Aparecieron dos tipos de terrorismo: el bueno fabricado en Estados Unidos y el malo en otras partes. Gracias a ese concepto los cañones apuntan selectivamente.
    Connotados asesinos internacionales, con hojas de servicios abarrotas de sangre y dinero,  como son Posada Carriles y camarilla,  son para sus padrinos del Norte “inocentes ancianitos víctimas de la conjura del gobierno cubano” y desde el 12 de  septiembre   del 98, mantienen en cárceles de su país a  compatriotas cubanos  por el delito de infiltrarse en sus bandas,  para prevenir a la Patria de sus acciones.
     Después del 11 de septiembre del 2001 es como si cien Torres Gemelas se hubieran desboronado sobre el Planeta. La violencia está disfrazada de Libertad Duradera y como constante peligro la amenaza de golpes preventivos se cierne sobre nuestras cabezas.
   Se inventan demasiados pretextos para justificar aparentes causas nobles y la guerra antiterrorista made in USA es una falacia. Estamos  convencidos  que si queremos “abrir las grandes Alamedas por la vida”  no podemos hacerles el juego al pensamiento neofascista que trata de imponerse.











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