Columnas

Sunday, June 16, 2019

Defender la inquietud revolucionaria


Trabajar con la cultura del detalle para construir los paradigmas de la construcción socialista
Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Tener inquietud revolucionaria es poseer la energía y el movimiento necesarios para acometer, con bríos y suficiente activismo,  las ingentes tareas que requieren el país, en    estos momentos complejos, con un férreo bloqueo yanqui para destruir a la Revolución, y una convulsa situación internacional.
Lo contrario sería la inercia,  apatía,  dejadez y  desgano. El adjetivo a la inquietud le otorga positividad a la acción, por eso Díaz-Canel insiste tanto que las realizaciones nunca deben faltarle los principios del hacer bien en cada gestión acometida, ni la voluntad y el talento en los actos a realizar.
 El Presidente prioriza las cualidades de los protagonistas, porque muchas dificultades perduran,  por el estilo de las personas que las ejecutan. Defiende la sensibilidad de los individuos, como requisito fundamental en su accionar  y sentencia: “tenemos que ponernos en el lugar de los pobladores, para poder enfrentar los problemas  con acierto, hacerlo con buen gusto, desde la “cultura del detalle” e involucrar a la gente, para mejorar el ambiente en que viven con sus propios esfuerzos”. 
 Repetimos que tenemos potencialidades en la economía, hay recursos nacionales, pero la manera de pensar es fundamental. Es buena una estrategia correcta si queremos utilizar acertadamente los bienes, recursos y, ahí, caben los esfuerzos con resultados.
En la visita a la VI Feria de Negocios, donde participaron más de  400 empresas estatales, no estatales y organismos, expuesta en Expo-Cuba, el Presidente insistió, entre las cosas que debemos hacer, eliminar la mentalidad importadora.
La feria demostró cuanto podemos realizar frontera adentro y no traerla de afuera, con dinero invertido injustificadamente. Es un problema de planificación, saber que producir y donde hacerlo.
Es lamentable, en horas tan decisivas, que no todos actúen de la misma manera, mientras unos cumplen con su cometido, otros no, eso crea insatisfacciones populares y asuntos sin atender, son deficiencias acumuladas y personas con disgustos, por el mal tratamiento en determinado lugar público.
Tanto el crecimiento como la diversificación de las exportaciones ayudan, favorablemente, a la economía, porque en la medida que encontremos los recursos que podemos producir aquí fortalece nuestro patrimonio.
 La participación de todos permite que florezcan las mejores ideas que, combinado con la dirección colectiva, contribuyen a una  participación conjunta en la búsqueda de las soluciones más adecuadas,  con una significativa vinculación con la base, sabias rendiciones de cuenta, en cualquier nivel y el chequeo sistemático de lo hecho.
Explicar, con claridad  y transparencia, cuanto  realizan, no solo pone al tanto de los emprendimientos, sino facilita la participación colectiva para hallar los  mejores caminos en esos objetivos, porque en la medida que conozcan, a fondo, las tareas acometidas, pueden entender, opinar, sugerir o analizar las acciones con mejores conocimientos de causas.
 Fundamental son  las rendiciones  de cuenta de los organismos sin autocomplacencia, porque la realidad añade convencimiento a quienes evalúan los empeños y, muy importante, es la calidad de lo que se hace, sello identificativo de la utilidad de cada trabajo.
La premisa de que cuanto hagamos debe ser  mejor es una forma de hablar de ahorro de recursos y complacencia de los beneficiados.  Debemos acostumbrarnos a buscarle alternativas a cada insuficiencia, porque para ellas no hay una sola variante y nadie tiene verdades absolutas en sus manos.
A la disciplina y el orden nunca debemos renunciar, como requisitos de esa necesaria eficiencia.  En cada pedacito del país la prosperidad y tranquilidad ciudadana pasan  por las cosas bien hechas y el descontrol es un pésimo escenario, para conseguirlo.
 Hay que ir a la esencia de los inconvenientes, defender el rigor, orden y conducta propios de la sociedad que queremos. Entre las batallas fundamentales, la económica requiere devolverle al salario su lugar priorizado,  con el objetivo supremo de resolver los problemas financieros de las familias, como fundamental obligación dentro de los cambios.

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