Discurso
pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de
Estado y de Ministros, en el acto político en homenaje póstumo al Comandante en
Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Casto Ruz, en la Plaza Mayor General Antonio Maceo
Grajales, de Santiago de Cuba, el 3 de diciembre de 2016, “Año 58 de la
Revolución”.
(Versiones Taquigráficas – Consejo de
Estado)
Estimados
Jefes de Estado y de Gobierno;
Destacadas
personalidades que nos acompañan;
Compatriotas
que se encuentran hoy aquí en representación de las provincias orientales y el Camagüey;
Santiagueras
y santiagueros;
Querido
pueblo de Cuba:
En
la tarde de hoy, tras su arribo a esta heroica ciudad, el cortejo fúnebre con
las cenizas de Fidel, que reeditó en sentido inverso la Caravana de la Libertad
de enero de 1959, realizó un recorrido por sitios emblemáticos de Santiago de
Cuba, cuna de la Revolución, donde, al igual que en el resto del país, recibió
el testimonio de amor de los cubanos.
Mañana
sus cenizas serán depositadas en una sencilla ceremonia en el Cementerio de
Santa Ifigenia, muy cerca del mausoleo del Héroe Nacional José Martí; de sus
compañeros de lucha en el Moncada, el Granma
y el Ejército Rebelde; de la clandestinidad y las misiones
internacionalistas.
A
pocos pasos se encuentran las tumbas de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de
la Patria, y de la legendaria Mariana Grajales, madre de los Maceo, y me atrevo
a improvisar en este acto, que también madre de todos los cubanos y cubanas. Cercano también está el panteón con los
restos del inolvidable Frank País García, joven santiaguero, asesinado por
esbirros de la tiranía batistiana con apenas 22 años, un mes después de que
cayera combatiendo en una acción en esta ciudad su pequeño hermano Josué. La edad de Frank no le impidió acumular una
ejemplar trayectoria de combate contra la dictadura, en la que se destacó como
jefe del levantamiento armado de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956,
en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma, así como la organización del decisivo envío de armamento y
combatientes al naciente Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.
Desde
que se conoció, ya tarde en la noche del 25 de noviembre, la noticia del deceso
del líder histórico de la Revolución Cubana, el dolor y la tristeza se
adueñaron del pueblo que, profundamente conmovido por su irreparable pérdida
física, demostró entereza, convicción patriótica, disciplina y madurez al
acudir de forma masiva a las actividades de homenaje organizadas y hacer suyo
el juramento de fidelidad al concepto de Revolución, expuesto por Fidel el Primero
de Mayo del año 2000. Entre los días 28
y 29 de noviembre millones de compatriotas estamparon sus firmas en respaldo a
la Revolución.

En
nombre de nuestro pueblo, del Partido, el Estado, el Gobierno y de los
familiares reitero el agradecimiento más profundo por las incontables muestras
de afecto y respeto a Fidel, sus ideas y su obra, que continúan llegando desde
todos los confines del planeta.
Fiel
a la ética martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”,
el líder de la Revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la
personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de vida,
insistiendo en que, una vez fallecido, su nombre y su figura nunca fueran
utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros
sitios públicos, ni erigidos en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras
formas similares de tributo.
En correspondencia con la determinación del
compañero Fidel, presentaremos al próximo período de sesiones de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, las propuestas legislativas requeridas para que
prevalezca su voluntad.
Con
razón, el querido amigo Bouteflika, presidente de Argelia, expresó que Fidel
poseía la extraordinaria capacidad de viajar al futuro, regresar y
explicarlo. El 26 de Julio de 1989, en
la ciudad de Camagüey, el Comandante en Jefe predijo, con dos años y medio de
antelación, la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, y
aseguró ante el mundo que si se dieran esas circunstancias, Cuba continuaría
defendiendo las banderas del socialismo.
La autoridad de Fidel y su
relación entrañable con el pueblo fueron determinantes para la heroica
resistencia del país en los dramáticos años del período especial, cuando el
Producto Interno Bruto cayó un 34,8% y se deterioró sensiblemente la
alimentación de los cubanos, sufrimos apagones de 16 y hasta 20 horas diarias y
se paralizó buena parte de la industria y el transporte público. A pesar de ello se logró preservar la
salud pública y la educación a toda nuestra población.
Vienen a mi mente las
reuniones del Partido en los territorios: oriental, en la ciudad de Holguín;
central, en la ciudad de Santa Clara, y occidental, en la capital de la
república, La Habana, efectuadas en julio de 1994 para analizar cómo enfrentar
con mayor eficiencia y cohesión los retos del período especial, el creciente
bloqueo imperialista y las campañas mediáticas dirigidas a sembrar el desánimo
entre la ciudadanía. De esas reuniones,
incluyendo la de occidente, que presidió Fidel, salimos todos convencidos de
que con la fuerza y la inteligencia de las masas cohesionadas bajo la dirección
del Partido, sí se podía y se pudo convertir el período especial en una nueva
batalla victoriosa en la historia de la patria.
Entonces pocos en el mundo
apostaban por nuestra capacidad de resistir y vencer ante la adversidad y el
reforzado cerco enemigo; sin embargo, nuestro pueblo bajo la conducción de
Fidel dio una inolvidable lección de firmeza y lealtad a los principios de la
Revolución.
Al rememorar esos
difíciles momentos, creo justo y pertinente retomar lo que sobre Fidel expresé
el 26 de Julio de 1994, uno de los años más difíciles, en la Isla de la
Juventud, hace más de 22 años, cito: “...el
más preclaro hijo de Cuba en este siglo, aquel que nos demostró que sí se podía
intentar la conquista del Cuartel Moncada; que sí se podía convertir aquel
revés en victoria”, que logramos cinco años, cinco meses y cinco días, aquel
glorioso Primero de Enero de 1959, esto último añadido a las palabras textuales
que dije en aquella ocasión (Aplausos).
Nos demostró “que sí se
podía llegar a las costas de Cuba en el yate Granma; que sí se podía resistir al enemigo, al hambre, a la lluvia
y el frío, y organizar un ejército revolucionario en la Sierra Maestra tras la
debacle de Alegría de Pío; que sí se podían abrir nuevos frentes guerrilleros
en la provincia de Oriente, con las columnas de Almeida y la nuestra; que sí se
podía derrotar con 300 fusiles la gran ofensiva de más de 10 000 soldados”,
que al ser derrotados el Che escribió en su Diario de Campaña, que con esa
victoria se le había partido la columna vertebral al ejército de la tiranía; “que
sí se podía repetir la epopeya de Maceo y Gómez, extendiendo con las columnas
del Che y Camilo la lucha desde el oriente hasta el occidente de la isla; que
sí se podía derrocar, con el respaldo de todo el pueblo, la tiranía batistiana
apoyada por el imperialismo norteamericano.
“Aquel que nos enseñó que
sí se podía derrotar en 72 horas” y aún menos, “la invasión mercenaria de Playa
Girón y proseguir al mismo tiempo la campaña para erradicar el analfabetismo en
un año”, como se logró en 1961.
Que sí se podía proclamar
el carácter socialista de la Revolución a 90 millas del imperio, y
cuando sus naves de guerra avanzaban hacia Cuba, tras las tropas de la brigada
mercenaria; que sí se podía mantener con firmeza los principios irrenunciables
de nuestra soberanía sin temer al chantaje nuclear de Estados Unidos en
los días de la Crisis de los misiles en octubre de 1962.
“Que sí se podía enviar
ayuda solidaria a otros pueblos hermanos en lucha contra la opresión colonial,
la agresión externa y el racismo.
“Que sí se podía derrotar
a los racistas sudafricanos, salvando la integridad territorial de Angola, forzando
la independencia de Namibia y asestando un rudo golpe al régimen del
apartheid.
“Que sí se podía convertir
a Cuba en una potencia médica, reducir la mortalidad infantil a la tasa más
bajas del Tercer Mundo, primero, y del otro mundo rico después; porque en este
continente por lo menos tenemos menos mortalidad infantil de menores de un año
de edad que Canadá y los propios Estados Unidos (Aplausos), y, a su vez, elevar considerablemente la esperanza de
vida de nuestra población.
“Que sí se podía
transformar a Cuba en un gran polo científico, avanzar en los modernos y
decisivos campos de la ingeniería genética y la biotecnología; insertarnos en
el coto cerrado del comercio internacional de fármacos; desarrollar el turismo,
pese al bloqueo norteamericano; construir pedraplenes en el mar para hacer de
Cuba un archipiélago cada vez más atractivo, obteniendo de nuestras bellezas
naturales un ingreso creciente de divisas.
“Que sí se puede resistir,
sobrevivir y desarrollarnos sin renunciar a los principios ni a las conquistas
del socialismo en el mundo unipolar y de omnipotencia de las transnacionales
que surgió después del derrumbe del campo socialista de Europa y de la
desintegración de la Unión Soviética.
“La permanente enseñanza
de Fidel es que sí se puede, que el hombre es capaz de sobreponerse a las más
duras condiciones si no desfallece su voluntad de vencer, hace una evaluación
correcta de cada situación y no renuncia a sus justos y nobles principios.” Fin de la cita.
Esas palabras que expresé
hace más de dos décadas sobre quien, tras el desastre del primer combate en
Alegría de Pío, del que pasado mañana se cumplirán 60 años, nunca perdió la fe
en la victoria, y 13 días después, ya en las montañas de la Sierra Maestra, un
18 de diciembre del año mencionado,
al reunir siete fusiles y un puñado de combatientes, exclamó: “¡Ahora sí ganamos la guerra! (Aplausos y
exclamaciones de: “¡Fidel, Fidel! ¡Ese
es Fidel!”)
Ese es el Fidel invicto
que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que ¡Sí se pudo, sí se
puede y sí se podrá! (Aplausos y exclamaciones de: “¡Sí se puede!) O sea, repito que demostró que sí se pudo, sí
se puede y se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en
nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba, o lo que es lo mismo, ¡Garantizar la independencia y la soberanía
de la patria! (Aplausos.)
Ante los restos de Fidel
en la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo Grajales, en la
heroica ciudad de Santiago de Cuba,
¡Juremos defender la patria y el socialismo! (Exclamaciones de: “¡Juramos!) Y juntos reafirmemos todos la sentencia del
Titán de Bronce: “Quien intente apropiarse de Cuba, recogerá el polvo de su
suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha! (Exclamaciones.)
¡Fidel, Fidel! ¡Hasta la Victoria! (Exclamaciones de:
“¡Siempre!) (Exclamaciones de: “¡Raúl es Fidel! y de: “¡Raúl, tranquilo, el pueblo está contigo!”
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