Así lo escribió mi querida prima hermana María
Elena Martínez Grave de Peralta, quien, con la entereza
aprendida, le
permite sortear tantas
dificultades personales de estos tiempos.
Hija, madre, abuela, esposa, familia, trabajadora y amiga
ejemplar:
Los cristianos han añorado ver a su Dios.
Yo tuve la oportunidad de ver, a mi otro Dios en tres ocasiones.
La primera en la inauguración de nuestra escuela
vocacional
José Martí, el primero de septiembre de 1977.
La segunda, en mi
graduación del V Contingente del Destacamento
Pedagógico Manuel
Ascunce Domenech, el 7 de julio de 1980,
en el polígono de Ciudad Libertad, en La Habana, yo era una de los 10 mil 658 egresados.
La tercera, en la
inauguración de la escuela de trabajadores sociales,
Celia Sánchez
Manduley, el 23 de octubre del 2001, cuando se graduaba mi hija mayor, quien
tuvo el honor de recibir en su hombro su mano y el abrazo de ese gigante que
jamás se irá, nuestro Comandante en Jefe.
Fui bautizada en el mismo 1959, de origen campesino y miren mi
orgullo de poder exhibir un título universitario, gracias a
ese hombre que
ha hecho vibrar al Planeta.
Hoy y, por todos los siglos, será la luz de la humanidad.
Te quiero por siempre Fidel, tu imagen siempre latente en mi memoria.
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