Columnas

Thursday, November 17, 2016

Valor del desprendimiento



Un monje  se encontró una piedra preciosa y la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega para compartir con él sus provisiones, el acompañante vio la joya y se la pidió, tal deseo fue concedido y quien la recibió dio las gracias y marchó contento, pues con el regalo recibía seguridad el resto de sus días, así cuenta la colega Hilda Pupo Salazar, en sus acostumbradas Página 8 del semanario  ¡ahora!

 Pocos días después volvió en busca del  monje, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor, dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí".

Eso es ser desprendido. Persona generosa,  quien no tiene interés por obtener provecho de  algo o alguien,  es también dar a la gente,  ayudar y  desprenderse de las cosas materiales y de pensamientos de escasez.

En el libro El desprendimiento de la riqueza, de Mario Pérez Luque revela: “pueden utilizarse correctamente los recursos y ponerlos al servicio de los demás, sin apegarse a ellos y así podemos evitar al egoísmo”.

Un refrán  dice: “El dinero es buen servidor pero mal amo”. Se refiere cuando este despierta  apegos, por tanto, el desprendimiento es  el antídoto contra la fijación extrema a los bienes.

No podemos medir la felicidad desde lo material o lo no tenido, porque en vez al amar a las personas, reducimos la vida y terminamos en encariñarnos con las cosas.

El desprendimiento no solo es en objetos, pues incluye recursos intocables, como  conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de los demás, porque toca nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades.

Es cierto que para lograr el sustento económico y sacar adelante la familia, se necesita el dinero, la dificultad surge cuando se hace de este y de los medios poseídos ídolos a quienes adorar, se abandonan cosas necesarias en la existencia, como sembrar valores y nos hacemos simples cofres de acopiar riquezas sin sentimiento alguno.

Muchas veces vivimos  para poseer lo que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos…) y ponemos nuestra vida a moverse a ese único compás, sin embargo, si no tenemos cuidado, puede llegar el momento en que pretendemos llenar el vacío interior con el montón de objetos conseguidos.

Con esto no abogo por  despreciar las bondades y maravillas del progreso, sino saberlas ubicar en su justo contexto y no esclavizarse a ellas. El valor del desprendimiento facilita la capacidad de discernir cuando un bien es necesario o no, de modo que se realicen adquisiciones racionales con un verdadero requerimiento.

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