Un
monje se encontró una piedra preciosa y
la guardó en su talega. Un día se encontró con un viajero y, al abrir su talega
para compartir con él sus provisiones, el acompañante vio la joya y se la
pidió, tal deseo fue concedido y quien la recibió dio las gracias y marchó
contento, pues con el regalo recibía seguridad el resto de sus días, así cuenta la colega Hilda Pupo Salazar, en sus acostumbradas Página 8 del semanario ¡ahora!
Pocos días después volvió en busca del monje, le devolvió la joya y le suplicó:
"Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor, dame, por favor, lo que te
permitió dármela a mí".
Eso es ser desprendido. Persona generosa, quien no tiene interés por obtener provecho
de algo o alguien, es también dar a la gente, ayudar y desprenderse de las cosas materiales y de
pensamientos de escasez.
En el libro El desprendimiento
de la riqueza, de Mario Pérez Luque revela: “pueden utilizarse
correctamente los recursos y ponerlos al servicio de los demás, sin apegarse a
ellos y así podemos evitar al egoísmo”.
Un refrán dice: “El dinero es
buen servidor pero mal amo”. Se refiere cuando este despierta apegos, por tanto, el desprendimiento es el antídoto contra la fijación extrema a los
bienes.
No podemos medir la felicidad desde lo material o lo no
tenido, porque en vez al amar a las personas, reducimos la vida y terminamos en
encariñarnos con las cosas.
El desprendimiento no solo es en objetos, pues incluye
recursos intocables, como conocimientos,
cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a
disposición de los demás, porque toca nuestro descanso, gustos, preferencias y
comodidades.
Es cierto que para lograr el sustento económico y sacar
adelante la familia, se necesita el dinero, la dificultad surge cuando se hace
de este y de los medios poseídos ídolos a quienes adorar, se abandonan cosas
necesarias en la existencia, como sembrar valores y nos hacemos simples cofres
de acopiar riquezas sin sentimiento alguno.
Muchas veces vivimos
para poseer lo que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos…) y ponemos
nuestra vida a moverse a ese único compás, sin embargo, si no tenemos cuidado,
puede llegar el momento en que pretendemos llenar el vacío interior con el
montón de objetos conseguidos.
Con esto no abogo por despreciar las bondades y maravillas del
progreso, sino saberlas ubicar en su justo contexto y no esclavizarse a ellas.
El valor del desprendimiento facilita la capacidad de discernir cuando un bien
es necesario o no, de modo que se realicen adquisiciones racionales con un
verdadero requerimiento.
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