Dice una frase: Prohibir algo es aumentar los deseos
o acrecentar las tentaciones, por tanto, multiplicamos los actos del hijo, esta
vez clandestinamente, si le imponemos un no, sin más explicaciones.
“No vayas a bañarte al río”, por qué preguntará el muchacho, “porque yo
digo que no”. Entonces le sucederán las escapadas, las mentiras para
justificarse y la falta de confianza en los progenitores.
Si el joven quiere salir de noche y se lo impedimos,
debe hablarse con él, exponer sólidos argumentos, porque la falta de
convencimiento lo hará pensar que es un mero capricho nuestro. Reglas
arbitrarias y sin sostén nos llevan a
perder la potestad y nace el autoritarismo.
Para fomentar en ellos buenos sentimientos no es
sobre la base de prohibiciones que lo vamos a lograr, ni aplicar obligatoriedad
en sus acciones, lo único posible a conseguir es el incumplimiento de lo no entendido.
La pregunta es si debemos, siempre, argumentar una
negativa, depende de la edad del niño es la respuesta. Está desaconsejado explicar
una prohibición a un niño pequeño, pues no debe sentir que sus padres están
indecisos. La fórmula: “Es así y no de otro modo” les da seguridad porque
tienen necesidad de una respuesta categórica.
Pero, a partir de los 12 años
es otra cosa. El adolescente dispone de una inteligencia conceptual, es capaz
de razonar y puede relativizar lo que le dicen sus padres. Es por tanto,
importante recurrir a su razón cuando se le plantea una prohibición.
En el niño pequeño apelamos a la obediencia
nada más.
Pero, no solo en
la crianza de los menores es aplicable el asunto, el tema es mucho más
amplio, abarca el ámbito laboral, el grupal, social, el de las leyes y todos
aquellos en que no nos está permitido hacer. Una simple negativa no impide obrar
de una manera o de otra.
Hay personas que no cometen una infracción de tránsito
porque le pondrán una multa, otros no, la diferencia está en el grado de
entendimiento de la Ley.
Debe pensarse bien a la hora de dictar
prohibiciones, porque unas clasifican en lógicas, comprensibles, sensatas o
razonables y otras en irreflexivas, que no merecen análisis o el más mínimo
examen.
La primera pregunta ante una proscripción es por qué
y si no sabemos explicarla bien, nacen las faltas y la desobediencia. Dice la
frase: “Prohibido, prohibir”.
Así son las Página 8 de la colega Hilsa Pupo Salazar, en el sabatino Semanario ¡ahora!, que este sábado cumple 54 años, felicidades
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