Por Rodobaldo Martínez Pérez
“Quienes violan los derechos humanos no deberían
ser llamados a juzgar la situación de esos derechos en otros países”, fueron
palabras de un alto funcionario estadounidense un tiempo atrás.
Con tal premisa, resulta innegable divorciar
los show protagonizados por Estados
Unidos para condenar a Cuba en esa materia, con el grupito de sus mercenarios
aquí dentro; con la realidad de los presos en Guantánamo (cárcel
que el Novel de la Paz no ha podido cerrar) o
la negativa de visas a Adriana para visitar a
Gerardo, uno de los tres cubanos, presos aún, injustamente en cárceles del
Imperio, protagonista del más sucio proceso judicial en el Norte.
Es tanta la doble moral de los
Yanquis al exigirles a los demás lo que no cumple y entre los muchos ejemplos
escojo uno: la sociedad internacional incorporó
en la categoría de los derechos humanos ese principio elemental del hombre para vivir y desarrollarse en un hábitat
sano y adecuado.
En la propia resolución sobre la defensa
al Medio Ambiente, decretada por la
ONU, subraya que la sanidad es la primera calidad a requerir
en nuestro entorno.
Dice más: sano no sólo tiene que ver con la conservación
de los elementos (agua, aire), sino, además,
por los ámbitos construidos por el hombre y la mujer, de manera que
junto al derecho de disfrutar un ambiente propicio está la obligación de
preservarlo.
Por tanto, el acuerdo de Kyoto en1997, sobre la necesidad de reducir las emisiones de gases que
provocan el efecto invernadero (calentamiento de la tierra), cuyas causas están
en la contaminación de la atmósfera fue un primer paso por la salvación de la
tierra y Estados Unidos nunca lo ha firmado.
Los países a en desarrollo
reclaman cambios de actitudes para no terminar engullidos por la naturaleza y
los ricos porque no se le dañe un ápice sus intereses económicos aunque el
mundo de hunda.
Esas naciones tienen que enfrentar un
conflicto ético interno, porque sus poblaciones se percatarán que otros países
les están financiando la supervivencia.
Los cambios climáticos son evidentes: sequías
por un lado, tormentas arrasadoras con desbordamientos de agua por otro,
aumentos del nivel del mar por la descongelación de los glaciares, culpables de las inundaciones costeras; pero se
proclama desarrollo sobre la ecología,
sin percatarse que ninguna estrategia económica puede diseñarse hoy a espalda de los castos ambientales.
Esa insensatez e irresponsabilidad con el
futuro del planeta es otra de las flagrantes violaciones a los derechos humanos
y no debía olvidarse cuando se trate de sentar a Cuba en el banquillo de los
acusados.
Pero, no solo es eso al hablar de Derechos, la humanidad está atenta
de lo que hace Estados Unidos con los
presos de la ilegal Base Naval de Guantánamo, un problema que se pone viejo y
no acaba de resolverse.
Las graves violaciones a los Derechos Humanos
cometidas en ese centro de tortura
internacional son hartas conocidas. A parte del maltrato físico y psicológico a
que son sometidos los detenidos, viven en un limbo legal, no hay acusación formalmente, ni
establecido fecha para un juicio, es un
encierro perpetuo y sin garantías legales.
En ese ilegítimo almacén de hombres, llamado por el Imperio “combatientes enemigos”, ocurren a cada rato
huelgas de hambre para denunciar las
malas condiciones de vida y los maltratos
por los soldados yanquis.
Ellos dicen que para vivir en condiciones tan infrahumanas, prefieren morir. Es increíble que esto suceda en una prisión bajo la tutela de
Estados Unidos.
Resulta bastante contradictorio concebir al
“mayor cazador de violaciones de Derechos Humanos en la tierra”, al organizador
de los show en Ginebra para condenar a Cuba, protagonista de esas atrocidades.
Aunque eufemísticamente llame
a los interrogatorios “manipulación del ambiente”, “posturas incómodas” o “manipulación
sensorial”,
Los prisioneros
reciben castigos crueles y pasan por actos bochornoso y ya no son pocas las
anécdotas escalofriantes de quienes
logran salir de ese infierno.
Con esa realidad, la
superpotencia mundial deja una sombría resaca a los Derechos Humanos. Nadie
puede decirle a Estados Unidos qué hacer, qué no hacer o detenerlo no importa cuán
notoria sean sus crueldades.
¿Pueden ser creíbles, cuando
hablan de respetar los derechos humanos?.
De todos es conocido que el tema, cuyo día mundial se celebra este 10 de diciembre, es una herramienta para atacar a Cuba
por sus supuestas violaciones, aún cuando este país tiene ejemplos que ofrecer,
para demostrar cuanto hace por el bien de su pueblo en estos más de 50 años.
Existe una desenfrenada campaña mediática
dirigida a negarlo o tergiversarlo, con
un grupito de asalariados del Imperio aquí adentro prestados a orquestar
shows.
Cuba trasciende en el área
internacional por su obra, que enaltece los principales derechos: el de los
niños, la educación, salud, alimentación,
y en estas últimas cinco décadas es referente de cómo se defiende la
dignidad de su gente.
Y no sólo en el ámbito
nacional, con la voluntad gubernamental de atención integral a toda su
población, sino en la nobleza de pensar en los más desposeídos de otras latitudes
y llevarles salud o educación. Nuestro país tiene misiones internacionalistas
en todos los continentes.
Los programas genéticos
realizados en Ecuador y Nicaragua, con vistas a registrar el número de
discapacitados y diseñar una atención especializada, los médicos
internacionalistas incluidos quienes fueron a África a combatir el Ébola, se
incluyen en su obra de entrega a la humanidad.
Ahí está la principal
diferencia, Cuba ofrece médicos y maestros y los “campeones” de derechos
humanos, bombas y destrucción. ¿Qué derechos se defienden: los de la vida o los
de la muerte?
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