Para quienes lo conocemos
de cerca, la noticia de que el
periodista Antonio Moltó Martorell es el nuevo presidente de la UPEC se sumó a las expectativas de cambios en la
prensa cubana, abrazados por los
profesionales del Sector.
Y es porqué ubicarlo al frente de los periodistas de este país le
impregnará las positividades de una existencia dedicada por entero al oficio de
escribir, con la necesaria singularidad de ir a las causas para comprender los
fenómenos.
Ese es Moltó, el hombre de verbo ardiente, de un entusiasmo sin límites por esta
profesión, soñador con los pies en la tierra,
inconforme con lo mal hecho y decidido a darlo todo porque triunfe la
buena hechura del periodismo cubano, que con tanta maestría se tejió en aquel histórico
último Congreso del Siglo pasado baja la guía insustituible de Fidel.
Lo vi defender hasta la saciedad la realización de los
festivales de la prensa. Los organizó todos, hasta que desaparecieron por esos
problemas que muchos no entendemos, incluso llegó hacer uno hasta virtual. Era su tenacidad para
no dejar morir tan útil práctica profesional.
Ninguno de los festivales de la prensa provincial y nacional
se parecía al anterior, porque así es
Moltó, no repite lo mismo ni de un día para otro, es un torrente de ideas
novedosas, retadoras, temerarias para
los pasivos, timoratos y burocratas.
Participó en casi
todos los festivales de ¡ahora! y en los cumpleaños del periódico cada 19 de
noviembre. Con gusto almorzaba en el
comedor de los trabajadores del Semanario y se sentía tan feliz que cancelaba otros
compromisos para irse conmigo al cierre, luego a la tirada de 60 mil ejemplares en el
Poligráfico José Miró Argenter.
Con sus ocurrencias congénitas
y alegría desbordada cubría de tintas
sus manos con los primeros ejemplares, recordaba sus anteriores andanzas por
este mundo de rotativas y hasta amanecíamos dialogando con esos dignos hombres
y mujeres que hacen de intermediarios
entre los periodistas y las ventas de los periódicos.
Luego en las madrugadas recorríamos el bulevar de Holguín,
ese sitio acogedor que ya forma parte de la cotidianidad de los holguineros, llegábamos a tomar un buen café a Las Tres Lucias, lugar emblemático en la Ciudad de los Parques, y
donde pudo apreciar las bondades de ese colectivo que sabía borrar con sonrisas
el cansancio después de una jornada laboral agotadora.
En sus visitas a
Holguín, prefería ir a la casa de mi
familia, donde está la Bodega Marpe, para deleitarse con sus vinos, mientras
con extrema pasión mi hermano Rosell narraba los malabares para lograr tan variada producción. Entre copas y copas el periodismo era el tema
preferido.
Al retirarse siempre
tuvo un detalle para estimular a Rosell para hacer mejor vino y despedirse del
resto de la familia, en especial de mi papa Don Pepe, el primero que hizo vino
en este hogar y ahora lo saborea a sus “cortos” 84 años.
Una vez, allá por el 2005 el colectivo de ¡ahora! que tanto lo quiere,
acordó entregarle la réplica de la Primera Página de este periódico, la misma que
vio la luz el lunes 19 de noviembre de 1962.
En complicidad con su secretaria Andrea nos hizo llegar su amplio currículo
al servicio de la Patria y el patio del
Almiquí Azul, en el Poligráfico, se convirtió en escenario para el homenaje que
tanto lo emocionó.
Nada, esos son
algunos de mis recuerdos para este hombre noticia, hecho de periodismo de la
cabeza a los pies, que ahora toma la rienda de los periodistas cubanos. Para mi
amigo y hermano Moltó un abrazo, junto
con la certeza compartida de que su elección es una de las primeras buenas
nuevas en las transformaciones
aspiradas .
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