Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Nacimos no solo con la altura de las lomas, sino que
escogimos para ver la luz, el día
histórico de Cuba que nos vistió de verde olivo para siempre.
El alumbramiento el 2 de diciembre de 1995 dejó intrínseco
en Serranía, la revista del semanario ¡ahora! dedicada al Plan Turquino, la
mezcla de dos incuestionables méritos: la valentía y perseverancia de los hombres y mujeres de las
montañas, más la determinación de
trastocar los áperos de labranza por
fusiles, si fuera necesario defender el
suelo patrio.
Ya son 17
años de materialización de aquella necesaria idea de crear una publicación, que constituyera una opción de información,
conocimiento y cultura de la región
holguinera de geografía especial, como
los municipios Cueto, Frank País, Sagua de Tánamo, Mayarí y Moa, precisamente
en la época en que ganó prioridad el vocablo déficit en el llamado PeríodoEspecial y se redujeron las ofertas de lectura.
Resultó un nacimiento de particular distinción, porque supimos sumar en momentos
en que en el país restaba, con la singularidad de ser la única revista con
ese tipo de formato en toda la nación
ilustrativa de esos temas.
Durante estos años hemos sentido el mayúsculo
privilegio de narrar la vida de los montañeses, llena de sueños, sacrificios,
constancias, amabilidades y entregas sin límites.
En nuestras
páginas permanecen los rostros de campesinos nobles en los trajines del campo,
de las amas de casa en los constantes ajetreos de una cotidianidad modernizada
con la Revolución Energética, de los niños de pañoletas azules y rojas en las
lejanas escuelitas de las cimas descubriendo el mundo a través de las pantallas de las computadoras, de los
profesionales de batas blancas en solitarios consultorios o de los maestros a pie por intrincados parajes
en la búsqueda de pizarrones y tizas donde poder enseñar.
“Serranía” surca los amaneceres con olor a cafetos
maduros y cantíos de gallos, cuando aún la hierba fresca no se despoja
totalmente del rocío y aquellos agrestes
surcos reciben las manos laboriosas de los labriegos, en medio de un sol recién nacido.
Hemos captado con los lentes de las cámaras de Juan,
J Pablo, Elder, Edgar, Yuly o Javier las bellezas de singulares paisajes con la floresta
típica del lugar, allá donde las palmas resultan pequeñas por los caminos de constante ascenso; en los sitios de
terrenos rojos por su carga niquelífera y de ríos que riegan sus aguas cristalinas
por la tierra abrupta de la Sierra.
Son momentos para recordar la historia y pensar en
el distinguido Segundo Festival Nacional
de la Prensa Escrita que la coronó con el lauro de la Mejor Revista de Cuba y
nos vestimos de largo.
Los recuerdos en la realización son meritorios en
este recuento, principalmente, en épocas difíciles, para que los ejemplares no faltaran por culpa
de las circunstancias.
Aquí caben
las aventuras periodísticas de Calixto, Elder y hasta la propia Eglis
sustituyendo las faltas de transporte por los periplos botelleros a través
de los
“Amarillos”. Líneas para el
corrector de estilo Orlando, dándole las mejores formas a los contenidos con
una dedicación meticulosa, los formatos de Tania y Annia guiadas por lo atractivo y la siempre generosa
voluntad en el Poligráfico, para seguir latiendo en las montañas.
Pero, la felicidad más grande la encontramos en las
cientos de cartas de lectores agolpadas en la mesa de redacción, como muestra
del agrado con que nos reciben. En esos
seguidores está nuestra razón de ser, ellos constituyen nuestra motivación
principal y dan existencia a la revista.
Felicidades en el nuevo aniversario, porque el
agasajo primordial es para ustedes: los protagonistas de esta singular obra
editorial responsable de haberlos conocido y que en los nombres de Agustín, María
Julia y la actual coordinadora consagrada Eglis Ricardo descansan
los certeros conductores que ha tenido.
Se llega al onomástico de una publicación, cuyo mayor
logro constituye tener la “Serranía”
entre las pertenencias, por haber conquistado los corazones de nuestros
montañeses.
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