III Congreso del Partido:
Etapa superior de la Revolución
Rodobaldo Martínez Pérez
rodobaldo@ahora.cip.cu
El III congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuado entre el 4 y 7 de febrero de 1986, con una sesión especial a fines de ese año, en la cual, después de una amplia consulta popular aprueban el Programa del Partido, adquiere mayor relevancia, por tanto, significa una etapa superior en la historia de la Revolución.
El proyecto de Programa del Partido, luego de su aprobación, trasciende como el principal documento de la nación y, su contenido, reafirma las metas históricas de la Revolución, con la importante madurez de la conciencia revolucionaria del pueblo.
Constituye el instrumento ideológico fundamental, como guía indudable para los objetivos del trabajo futuro, no solo en lo económico y social, sino en lo más esencial: la consolidación de la conciencia revolucionaria.
Su texto plasma los fundamentos de la actividad del Partido, de las instituciones estatales, políticas, sociales y de masas, según los aspectos cardinales del proceso histórico en la obra de la Revolución, tanto en el orden interno como en el internacional, desde pronunciamientos científicamente fundamentados y claramente formulados, de modo que se convierte en bandera de combate y guía para acción.
Para el Partido, lo fundamental en el trabajo ideológico, para que la conciencia de nuestro pueblo sea portadora, ante todo, de una lealtad indoblegable a los principios del socialismo y de una integridad moral inquebrantable.
El Congreso realiza una reflexión crítica sobre las irregularidades cometidas hasta ese momento, con lo cual comienza la rectificación de errores y tendencias negativas y señala la política del país, acorde a las nuevas circunstancias.
Fueron objetos de debate, además, el incremento y diversificación de las exportaciones; sustitución de importaciones; fortalecer la integración interna de la economía; aprovechar los recursos naturales, con la elevación de la eficiencia de la producción.
Así como la trascendencia del ahorro; recuperación e integralidad del proceso inversionista y su priorización en función de su efecto sobre la balanza de pagos; con concentración de las obras en ejecución para acelerar su puesta en explotación y la importancia para el desarrollo de poder lograr recursos propios.
La
determinación de dejar de ser, antes que dejar de ser revolucionario, refrenda
el legado que, continuamente renovado, debe pasar de una a otra generación de
cubanos.
La confianza
en el futuro se fundamenta en la probada capacidad del socialismo para
generar, a escala de la sociedad, cualidades y virtudes tales como la pasión
por el trabajo creador, el espíritu de solidaridad entre los seres humanos, el
patriotismo más puro y el internacionalismo más consecuente, que constituyen
los cimientos de la obra moral de la Revolución.
El humanismo
de la sociedad cubana significa un sólido escudo frente al egoísmo despiadado y
brutal de la sociedad capitalista. Durante el transcurso del pasado quinquenio adquiere,
especial atención, en el campo de la ideología, la educación económica de los trabajadores y
la preparación del país para enfrentar, resistir y vencer cualquier variante de
agresión imperialista.
Desde luego, también en lo adelante, continúa una lucha tenaz contra todo intento del
enemigo por quebrar la moral combativa y reblandecer el espíritu patriótico y
la confianza del pueblo en su Revolución.
La educación económica, disciplina laboral, conciencia y cultura de productores, continúan para el
futuro como propósitos cardinales de la formación ideológica, vinculados a la
firme convicción de que el progreso y el bienestar futuros dependen, solamente,
del talento, sacrificio y sudor de los cubanos.
Las
aspiraciones de perfeccionar, todo el trabajo de la Revolución, centra en el
frente ideológico la jerarquía de avanzar
hacia formas superiores, sin formalismos y a salvo de cualquier influencia
burocrática.
Debe ponerse
énfasis en que las exposiciones de la política del Partido, en cada esfera del
desarrollo económico y social, sean convincentes, en que la gestión, en todos
los organismos, sea creativa y conceder prioridad a la solución de los
problemas concretos de las masas.
En los años venideros, nuestro instrumento ideológico fundamental y guía segura para la acción, constituye el Programa del Partido, con lo esencial y los objetivos de trabajo que debemos emprender, no solo en el progreso económico y social del país, sino en el desarrollo de la conciencia revolucionaria.
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