Columnas

Friday, July 06, 2018

Siempre #Fidel


La responsabilidad de decir #YoSoyFidel

Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Vivimos momentos muy difíciles: Ya ocurre la primera parte del cambio generacional, la política yanqui, para destruir a la Revolución Cubana,  vuelve a ser altamente agresiva,  el Congreso de ese país aprueba un millonario presupuesto para sustentar sus planes subversivos y el Líder de la Obra de Enero  no nos acompaña físicamente.
 Fidel fallece en noviembre del 2016, con 90 años de edad, pero su impronta sigue siendo el poder del pueblo para creer en sí mismo, el progreso de la nación desde los propios recursos y, recurrir, al arma secreta de los cubanos: vergüenza y dignidad, cuando creyéramos que los momentos eran aún más duros.
Delinea una forma de autoconducirnos  para saber, en cada momento, que hacer sin su presencia. Dónde están las prioridades, opciones, sapiencia y, cómo defender, a ultranza, la unidad de la Patria.
La salvaguarda de la Revolución es el mejor regalo al siempre Comandante en Jefe, quien  toda su vida la pone al servicio de Cuba y deja lecciones imperecederas en la conducción del único gobierno revolucionario en el Archipiélago.

Su máxima referida a la Patria es que no es un espacio físico, sino compromiso constante con la tierra  donde se nace,  como una certeza y, es preferible, morir que perderla. Está más allá de cualquier frontera y, en este caso, es más altruista porque es  una pequeña Isla llena de virtudes en este mundo de grandes poderes y avaricia  por la riqueza personal.
Demuestra, con su valor y conducta intachables,  que en una obra humanitaria como esta importan  mucho las personas,  porque son  la esencia de la Revolución y califica de insuperable el ejemplo personal.
 Eso de pensar en grande y trazarnos metas descomunales, las cuales, sino lográbamos, por lo menos intentábamos,  lo caracteriza desde los primeros momentos cuando decide tomar la segunda fortaleza militar del país, sin detenerse ante los obstáculos ni ceder ante las dificultades.
No podemos decir “Yo soy Fidel” si no actuamos cada día en saber materializar su concepto de Revolución.  La dejadez,  conformismo,  mediocridad, mentiras y  oportunismo de los de mentes anquilosadas los aleja de  Fidel, quien nos educa en la importancia de los detalles en cada acción, porque es el único modo de evadir las dañinas chapucería e improvisación.
 Nos enseña a prever, e ir más allá de lo alcanzable a simple vista. Esa es la razón para entender que un  país bloqueado por la mayor potencia mundiual puede convertirse en referencia internacional.
Insiste que, a veces, es necesario saber  leer entre líneas, para comprender un  acontecimiento y muy importante: cómo actuar en cada circunstancia, oponerse a los golpes bajos y definir, sin equívoco, si el momento es de puño cerrado o de respuesta inteligente.
 Otras de sus enseñanzas: creer en nosotros como pueblo,  contar con todos para  los esfuerzos, respetar el conocimiento, decir lo que pensamos y  tener ética en un mundo que existe muy poca
De Fidel aprendemos del optimismo,  saber levantarnos, cuando el fracaso toca a nuestra puerta y, que nada convence, más como el ejemplo.  Sus prácticas instruyen a enfrentar a los traidores y apátridas con tino y, muy importante, no desviar la batalla del frente principal que es construir la sociedad que queremos.
Critica, siempre, desde su maestría, lo mal hecho, tan lejos de la eficiencia, la doble moral, esa que distancia tanto de su obra;  la adulonería ensombrecedora del poder correcto y  la holgazanería, enemiga del necesario sacrificio.
Fustiga  los aprovechados,  la falta de méritos, el consignismo vacío, la dejadez, el hurto o robo al estado, el no cumplimiento de las misiones asignadas, las indisciplinas y acomodarse para dañar a los demás.
Como Martí, el Comandante en Jefe pondera la unidad, como garantía para mantener el proceso revolucionario, estar preparado para la guerra de pensamientos  y propiciar el diálogo con las masas desde la importante batalla de ideas para convencer y razonar entre todos.
Al conversar con el pueblo defiende como vital  los argumentos, porque solo ellos convencen y dan herramientas útiles en el debate.   Fidel es un convencido que no podía hablarse de progreso para Cuba con males acumulados como la corrupción, falta de laboriosidad,  apatía, prostitución, engaños, explotación, ambiciones personales.
 Aún en los momentos de mayores peligros,  desde siempre, condena la falta de responsabilidad,  egoísmo, déficit de ímpetu, pesimismo e indolencia.
Ahora su orden es seguir adelante  con sus enseñanzas que debemos materializar cada día, con el honor de ser un cubano más como ese Gigante, ejemplo para el mundo mejor que aspiramos, quienes sabemos cultivar la rosa blanca de Martí, el autor intelectual de su gran obra, para saber defender: Siempre Fidel.

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