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#Revolucióncubana |
Rodobaldo Martínez Pérez rodo@enet.cu
Muchos definieron a la Revolución Cubana como una
obra heroica, término de la dictadura de
Batista y fruto de un proceso iniciado en el siglo XIX con el gesto
independentista de Carlos Manuel de Céspedes de darles la libertad a los
esclavos y comenzar la lucha contra el régimen colonial español en 1868.
Para los
cubanos, tal acontecimiento, aparte de ser un triunfo de las fuerzas de
izquierda, constituye la motivación esencial de una mayoría al tener, por
primera vez, un gobierno que los representa y, cuyo interés, centraliza,
principalmente, en dictar medidas favorecedoras para los más humildes, los
olvidados de siempre.
El 1959 trajo un viraje radical, a más de medio
siglo de seudorepúclica, con poderes nefastos y alejados de la satisfacción del
pueblo y el momento exacto de empezar una nueva Cuba, con el dominio del proletariado y el tiempo,
cuando, lo humanístico-social adquiría
primacía, por primera vez.
Ese preciso año comenzaron beneficios, anteriormente negados, como participación
política y dignidad al ser tratado en
cualquier situación de la vida.
Cuando “llegó el Comandante y mandó a parar”, La
Revolución puso fin, a las inmoralidades públicas, hambre crónica, miseria,
incultura, bandidaje, deshonra, mentiras, injusticias y la explotación del
hombre por el hombre.
Termina con la vergonzosa sumisión a los intereses
extranjeros, con los prejuicios y discriminaciones injustas. Despierta, en los
cubanos y las cubanas, los más nobles propósitos de ideales, vergüenza
nacional, en sus más extraordinarias virtudes.
A las zonas rurales, de más difíciles accesos, envían
a miles de maestros para exterminar el analfabetismo, aparecen
hospitales en los lugares más recónditos. Inicia el descenso de la mendicidad,
de niños abandonados, sin amparos
filiares, descalzos, semidesnudos pidiendo limosnas por las calles, quienes, de inmediato, reciben ofertas de estudios.
Esas son suficientes razones para defender lo
entregado a los cubanos hace 59 años, un hecho inédito en el territorio nacional
en materia de actuar a favor de los más desposeídos: Salud, educación, deporte,
cultura, saberes, que adquirieren otras dimensiones, cuando inicia la simbiosis
con lo popular.
La población conoce de derechos y, aunque algunos traten,
ahora, de endilgarnos la falta de determinadas libertades en la amplia lista de
conquistas alcanzadas, solo con el fanático deseo de criticarnos o minimizarnos,
sabemos que la diferencia esencial entre una sociedad socialista, como la
nuestra y, una capitalista, radica en la óptica de pensar siempre en el
beneficio del pueblo.
Se imagina en un lugar donde reina el capital y la obtención del dinero dictamina cualquier
motivación e interés, ¿Hay espacio para meditar en las necesidades
populares?.
Difícil concebir a los todos poderosos diseñar el bien público,
sin que exista la ganancia de por medio o al imperialista renunciar a las
riquezas, para empoderar a los obreros,
son como realidades de un mundo al revés, como dice la canción: “esta es la
historia de un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos”.
Pero, ya son casi seis décadas y, el fervor
revolucionario, cercano al Triunfo, no puede durar eternamente anclado en el
glorioso pasado, sino que necesita de un presente motivante, reflexivo, de
constante diálogo, de perenne rendición de cuentas de quienes representan al
pueblo y llevar a los profesionales,
obreros y campesinos a pensar en el porvenir colectivo, antes que en el
beneficio individual a ciega.
Hablamos de actualizar nuestro modelo
económico-social, es decir, atemperarlo a las condiciones actuales, para vivir
holgadamente de nuestro trabajo y darle a la juventud el papel protagónico para
la continuación histórica en un proceso
complejo, mucho más que cuando dijo Fidel en 1959: “ Tal vez en lo adelante
todo va a ser más difícil”, con total vigencia para la contemporaneidad.
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#Juventudcubana |
Sería un error imperdonable, la no comprensión en
esa misión de acondicionar la obra a esta realidad convulsa del significado de
soberanía nacional y el cuidado de mantenerla con el más alto patriotismo en
cada coterráneo. No ceder en cuestiones de principios es una lección
imperecedera, para todos los tiempos.
No podemos pensar en progreso y mirar frontera
afuera, porque sería renunciar a la capacidad de los cubanos de desarrollarnos
a partir de los empeños de cada quien o, como dijo Fidel, en su último concepto
de Revolución: “Emanciparnos por nosotros mismos
y con nuestros propios esfuerzos”.
Eso de pensar en riquezas materiales sin trabajar o
construcción del socialismo sin esfuerzos, ni sacrificios son utopías
irrealizables, como es un capitalismo pensando en los humildes y para los humildes.
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