Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Ante el fallecimiento del líder de la Revolución Cubana,
muchos lloran, pocos celebran, pero la principal diferencia no es la
ideológica, sino la pobreza ético-espiritual de quienes, sin la mínima cordura,
convierten la muerte de un ser humano en motivo de festejos.
En eso somos distintos, quienes derramamos lágrimas
por el ser querido, desde lo más profundo del corazón y los que se regodean en
sus miserias.
Podemos estar
en bandos diferentes, pero nunca festejamos la pérdida de un enemigo, no
obstante, de cuanto discrepemos, sencillamente, porque el respeto es un principio
irrenunciable. Falta de moral reflejan quienes actúan tan mezquinamente.
A continuación pongo ejemplos del cumplimiento
estricto, de una parte, del concepto de Revolución, hecho por Fidel Castro en
el año 2000: “es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos…”
Supimos de la
muerte de Pinochet, sin embargo, no hubo fiestas en Cuba a pesar de que se
trataba de un hombre al que Chile le debe tanto dolor, crimen y hasta, la
desaparición física, de Salvador Allende.
Mario Terán, antiguo suboficial jubilado, tristemente famoso por haber asesinado al
legendario guerrillero Ernesto Che Guevara, el 9 de octubre de 1967 en la
escuelita de La Higuera, en Bolivia, se incluyó entre los pacientes
beneficiados con la operación Milagro. El ejecutor del Che fue operado por
médicos cubanos y recobró la vista.
En 1984, la seguridad cubana salvó la
vida al ex presidente norteamericano
Ronald Reagan, cuando alertó a los servicios de seguridad de Estados Unidos de
la preparación de un atentado al gobernante por extremistas de Carolina del
Norte.
Reagan fue uno, de los mandatarios del
Norte, con una de política más acérrima contra nuestro país, sin embargo,
cuando murió aquí no se festejó, como tampoco se agasajó la muerte de Jorge
Mas Canosa, activo opositor del régimen castrista. De origen cubano y
reconocido, mundialmente, por su fuerte oposición a Fidel Castro y su
liderazgo en la Fundación Nacional Cubano Americana.
Igual conducta seguimos con el deceso de Orlando Bosch el 27 de abril
de 2011,
aún cuando estuvo implicado en el
atentado terrorista
contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación, del 6 de octubre
de 1976.
Por ese abominable crimen desaparecieron 73 personas inocentes.
Los escasos de mente y fanáticos no pueden entender la dimensión de
quien se va físicamente. Fidel seguirá siendo el hombre inmenso, el luchador
incansable, el hacedor de utopías imposibles y la figura excelsa del siglo XX y XXI, pésele a quien le
pese.
Con su mochila de campaña y botas para desandar el
tiempo, como Guerrillero Victorioso del
Planeta y continuará allanándonos los
caminos, para evitar confundir riqueza con lodo y “seguirá matando canallas consu cañón de futuro”.
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