Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Desde niño oía una exclamación generalizada: “Fidel,Fidel, que tiene Fidel que los imperialistas no pueden con él”. Esa fue la
frase que me hizo asociar el nombre del Jefe de la Revolución Cubana con un
halo de invencibilidad y grandeza tal, que los enemigos nunca pudieron
vencerlo.
Siempre lo relacioné con palabras inmensas. Fidel fue
para mí un gigante, a alguien que no le cupo la derrota, al hombre al cual
debíamos acudir cuando teníamos duda de algún camino, la justicia
personificada, el humanismo y la certeza de equivocarnos poco y hacer las cosas
bien.
No por
casualidad, ante actos criticables, siempre, se decía: “Deja que se entere
Fidel” y, es que el Líder, llegó a ser los ojos atentos de una Cuba contraria a
lo mal hecho. Fidel defendió a su obra del desorden y la chapucería, no admitió
el fracaso y la renuncia a los deberes, proclamó la equidad y tuvo al optimismo
y la resistencia como principios irrenunciables.
Bajo su égida aprendimos de solidaridad, entrega,
bondad y un internacionalismo en el cual no se daba lo que sobraba, sino se compartía lo tenido. Fidel dio lecciones
de austeridad desde el ejemplo personal; de respeto al ser humano, dignidad y
justeza.
En el año 2000 conceptualizó en síntesis a la
Revolución, para no olvidar la esencia de un nacimiento que tuvo lugar el
Primero de Enero de 1959. Si aquí supimos enfrentar las dificultades con gran
estoicismo y no renunciar al perfeccionamiento en aras del mejoramiento fue por
la dimensión del estadista llamado Fidel.
Por él se supo la importancia de luchar sin desmayo,
para preservar las conquistas y llegar, entrar y triunfar, como aquel 25 de
noviembre de 1956, cuando el Granma se convirtió en la esperanza para un país
dispuesto a tener un destino diferente.
Se convirtió en grito de multitudes, en ideas
necesarias en un mundo caótico, en inteligencia, en Cuba. Para la humanidad
entera, esta Isla irredenta no quiere otro paralelo, quiere, para su orgullo,
asumir un nombre de grandeza, quiere que, siempre, la nombren Fidel.
¡El gigante de la historia siempre nos guiará!.
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