Cuanto más grande es la distancia entre lo dicho y lo
hecho, mayor es la hipocresía a la cual llamamos la actitud de fingir
determinadas ideas, sentimientos o cualidades que son absolutamente contrarias
a las sentidas.
Un hipócrita aboga por algo que no
cumple y es incapaz de acercarse con
gestos sinceros. Sus maneras son una farsa de actuación.
A diferencia de la mayoría de los antivalores, no se percibe al primer
instante, porque, paradójicamente, trata
de evitar ser reconocido. Se necesita una buena percepción para reconocerlo o
bien ser víctima de ellos.
Por esos estos individuos son
peligrosos, porque no hay correspondencia entre lo que hacen y piensan. Pueden
confundir con sus falacias.
Se les ve preocupados por las indisciplinas,
impuntualidades u otras negatividades, pero en realidad mienten, eso no les
importa en extremo y muchas veces tienen esas conductas.
Son gentes inseguras y acomplejadas,
porque tiene miedo a mostrarse como son y utilizan técnicas evasivas para sacar
ventaja de las situaciones, ante la incapacidad de aceptar su naturalidad y su
condición.Pueden fingir tener mucho interés en una persona y, a veces, llegar a hacer creer que su sentimiento es genuino, pero en cuanto dichos individuos pasan por un problema, el hipócrita se aleja. También lo hace cuando deja de serle útil.
Si una persona pierde posición social, económica o entra en un estado de sufrimiento, los hipócritas terminan dando la espalda, porque solo estuvieron ahí por interés.
Al tratar el tema en el 2012 dije: “Por algo dicen que
los defectos son como los faros de los automóviles, solamente molestan las
luces de los demás y ahí está el principal problema de esos jueces implacables con el comportamiento
ajeno y ni medianamente autocríticos: si abren la boca es para censurar al
prójimo”.
Hablan de
“tomar severas medidas con el desorden, mejorar la disciplina, actuar con honestidad y reclaman más trabajo”; todo está perfecto en cuanto al contenido del
mensaje, malo es cuando quien lo dice ha
actuado toda su vida con tremenda irreverencia, jamás han sido ni ordenados, ni
sinceros y mucho menos laboriosos.
Sus palabras
salen por la boca, pero no pasan por el
cerebro ni el lugar de los sentimientos y, como son malos “vestidos de buenos”,
su discurso es inoperante y poco convincente.
Nadie aspire
a ser creíble con una hoja de existencia tan gris. El ejemplo debe ir delante
para quienes preconizan”.
Una frase: “Uno debería
examinarse asimismo un largo tiempo antes de pensar en condenar a otros”.
Moliere higienización
Otra de las P8 de Hilda Pupo Salazar, en el semanario ¡ahora!
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