Columnas

Tuesday, November 22, 2016

Ejemplo por delante





Cuanto más grande es la distancia entre lo dicho y lo hecho, mayor es la hipocresía a la cual llamamos  la actitud de fingir determinadas ideas, sentimientos o cualidades que son absolutamente contrarias a las sentidas.
Un hipócrita aboga por algo que no cumple y  es incapaz de acercarse con gestos sinceros. Sus maneras son una farsa de actuación. A diferencia de la mayoría de los antivalores, no se percibe al primer instante, porque,  paradójicamente, trata de evitar ser reconocido. Se necesita una buena percepción para reconocerlo o bien ser víctima de ellos.
Por esos estos individuos son peligrosos, porque no hay correspondencia entre lo que hacen y piensan. Pueden confundir con sus falacias.
Se les ve preocupados por las indisciplinas, impuntualidades u otras negatividades, pero en realidad mienten, eso no les importa en extremo y muchas veces tienen esas conductas.
  Son gentes inseguras y acomplejadas, porque tiene miedo a mostrarse como son y utilizan técnicas evasivas para sacar ventaja de las situaciones, ante la incapacidad de aceptar su naturalidad y su condición.
Pueden fingir tener mucho interés en una persona y, a veces,  llegar a hacer creer que su sentimiento es genuino, pero en cuanto dichos individuos  pasan por un problema, el hipócrita se aleja. También lo hace cuando deja de serle útil.
 Si una persona pierde posición social, económica o  entra en un estado de sufrimiento,  los hipócritas  terminan dando la espalda, porque solo estuvieron ahí por interés.
Al tratar  el tema en el 2012 dije: “Por algo dicen que los defectos son como los faros de los automóviles, solamente molestan las luces de los demás y ahí está el principal problema de esos  jueces implacables con el comportamiento ajeno y ni medianamente autocríticos: si abren la boca es para censurar al prójimo”.

Hablan de “tomar severas medidas con el desorden, mejorar la disciplina, actuar con  honestidad y reclaman más trabajo”;  todo está perfecto en cuanto al contenido del mensaje, malo es cuando quien lo dice  ha actuado toda su vida con tremenda irreverencia, jamás han sido ni ordenados, ni sinceros y mucho menos laboriosos.

Sus palabras salen por la boca, pero no pasan  por el cerebro ni el lugar de los sentimientos y, como son malos “vestidos de buenos”, su discurso es inoperante y poco convincente.

Nadie aspire a ser creíble con una hoja de existencia tan gris. El ejemplo debe ir delante para quienes preconizan”.

Una frase: “Uno debería examinarse asimismo un largo tiempo antes de pensar en condenar a otros”. Moliere  higienización
Otra de las P8 de  Hilda Pupo Salazar, en el semanario ¡ahora!

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