Columnas

Friday, January 08, 2016

Para Martí, la hermosura en el decir estaba en la objetividad



                                                                            


La mentira es una de las armas utilizada por el enemigo para atacarnos.  Dicen, descaradamente, cosas tan inverosímiles con el único fin de desprestigiarnos. Sin importarles las consecuencias.
Los cubanos apreciamos como un acto de honor,   la postura asumida por Fidel ante las groseras calumnias sobre su supuesta fortuna personal, hecha por la revista estadounidense Forbes, dice la colega del semanario ¡ahora! .Hilda Pupo Salazar
Comparecencia en vivo:  Los emplazo a que prueben que tengo un solo dólar
“Los emplazo a que prueben que tengo un solo dólar”, dijo el Comandante en Jefe con toda confianza. La infamia quedó hecha añicos con la fuerza de su honestidad.
Durante estos años forman parte de los rumores las  decenas de mansiones a lo largo del territorio nacional achacadas a Fidel.
¿Quién no recuerda la foto sacada por el periódico español El País,  de un hombre entubado, diciendo que era Hugo Chávez? Embustes tras embustes en su sucia manipulación.
 Para quienes acostumbran a poner  la pluma a favor de los más deshonestos servicios,  en aras de méritos políticos les importa un bledo perder su credibilidad y fabrican las más burdas difamaciones sin interesarles las consecuencias de tan irresponsables actos, ser mentirosos forma parte de su conducta habitual.
Decir calumnias y servir incondicionalmente a los amos con los cuales están comprometidos es un estilo, con la única misión de fabricar la cápsula del infundio, echarla a rodar para que se la traguen los  desinformados y tener poca preocupación para sostener, sin ofender la inteligencia humana, un solo dato de sus falacias.
Los primeros y más integrales legados sobre el significado de apegarse a la verdad en la vida de los hombres, le llegaron a los cubanos de José Martí, quien siempre consideró que fuera de ella no había salvación, porque para ser útil  necesitaban ser exactos y para ser  fuertes, comprometerse con  ella.
Tenía el Maestro en tan alto pedestal la fidelidad a la veracidad, que nunca las separó del honor,  respeto y los más grandes valores humanos. En toda su acción revolucionaria fue un cuidadoso velador de su integridad.
Para él  la relación ética-política deviene momento central de su concepción del mundo, dice que “la moralidad de los individuos conserva el esplendor de las naciones”, con ello  justiprecia la importancia que para los hombres y,  más para quienes gobiernan,  tiene poseer principios éticos como  núcleos fundamentales de su pensamiento y acción.

Martí, Para juntar y amar
Cuando surgió Patria, aquella publicación destinada a organizar la contienda del 95, escribió para anunciarla: “Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad, nace este periódico”  y, ya, con destino a Cuba no sólo le preocupaba la prudencia, también, la exactitud de todos los datos y asuntos periodísticos.
En carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra,   le pide: “Ni digan lo que ha de suceder, porque luego las cosas pueden ser diferentes y  se pierde crédito…
Un mes antes de  morir, en aquel fatídico 19 de mayo de 1895,  vuelve a recomendar: “A lengua sinuosa nos están batiendo: cerrémosle el camino a mejor lengua, la hermosa”.
Para el Maestro, la hermosura en el decir estaba en la objetividad.

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