Columnas

Thursday, October 01, 2015

Martí: preso


#JoséMartí: el más universal de los cubanos


El día 7 de septiembre de 1878,  Martí es deportado por segunda vez a España. Resulta detenido, cuando almorzaba junto a su esposa Carmen Zayas Bazán y Juan Gualberto Gómez, en su casa de Amistad N. 42 entre Neptuno y Concordia y es conducido a la estación de policía en Empedrado y Monserrate, afirma la colega Hilda Pupo Salazar, estudiosa de la obra del Apostol.
Unos afirman que fue por una delación hecha a su persona y del 18 al 24 de ese mes fue visitado por unas trescientas personas en el corto tiempo que estuvo detenido. El capitán general dispone su deportación a Ceuta, sin que se le instruya causa ni celebre juicio.
El 24 de septiembre le expiden un pasaporte para el traslado a España, a disposición del Gobernador civil de Santander y al otro día más de cincuenta amigos van a despedirlo a bordo del vapor Alfonso XII, donde viaja en calidad de preso.
Detalles de ese arresto, lo cuenta Juan Gualberto Gómez en su libro Martí y yo. El narra:
“Una mañana en que habíamos trabajado mucho en su bufete, y debíamos seguir haciéndolo en el arreglo de asuntos de interés para Las Villas, me llevo a almorzar a su casa.
“”Estábamos aún en la mesa, él, su distinguida esposa y yo, cuando sonó la aldaba de la puerta de la calle. Su esposa se levanto y abrió. La saleta de comer estaba separada por una mampara de la sala de recibo; así es que yo no ví al visitante; pero la señora de Martí dijo a éste en voz alta: "El señor que vino hace rato a buscarte, es el que ha vuelto. Dice que termines de almorzar, pues no tiene prisa y te esperará".
  Martí se levanto y, con la servilleta aun en la mano, paso a la sala de recibo. Tras breves instantes, volvió a la mesa y con calma absoluta, dijo a su esposa: "Que me traigan en seguida el café, pues debo salir inmediatamente", y siguió para su cuarto.
“Yo le vi abrir su escaparate,  buscar de una gaveta unas cuantas monedas, llamar a la esposa a quien dirigió unas palabras. Servido el café, vino Martí a la mesa, y de pie tomó de su taza unos cuantos sorbos, y dirigiéndose a mí me dijo: "Tome su café con calma: usted se queda en su casa, y dispénseme, pero es urgente lo que debo  hacer". Me dio la mano, tomo su sombrero y se marcho con el visitante.
“En efecto, tan pronto como salió de su casa, su esposa, presa de una gran angustia me dijo, con ojos llorosos: "Se llevan a Pepe; ese hombre que ha venido es un Celador de policía. Yo lo ignoraba. Pepe le encarga a  usted correr todo lo posible, para ver a donde lo llevan y le avise a  Nicolás de Azcárate".

“Salí en seguida con toda la prisa que me era posible. Al entrar por la calle de Neptuno acerté a ver a Martí con su acompañante a cierta distancia. Ya casi iba a alcanzarlos, cuando vi que en la parada de coche  entraban en un carruaje. Apresuré el paso,   los seguí y  los vi descender en la jefatura de Policía.

“Cumpliendo el encargo de Martí, avisé a Azcárate. Para éste, que tenía gran influencia en el Gobierno, se levanto la incomunicación y se le permitió ver a Martí. Con Azcárate recibí unas llaves y el encargo de recoger en el bufete de Viondi, una pequeña maleta, para entregarla a Antonio Aguilera, diputado provincial.  A los tres días de su detención salía el vapor correo para España, llevándose a Martí para la Metrópoli, pues tanto por los consejos de Azcárate, como por su propia inclinación a los procedimientos suaves, el general Blanco, Capitán General de la Isla; prefirió deportarlo, a intentarle un proceso.

“Lo repito: desde el día de su detención, no nos volvimos a ver más.”...


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