Columnas

Monday, March 09, 2015

Esa gran interrogante que es la realidad actual



Rodobaldo Martínez Pérez



“¿Creen ustedes que este proceso revolucionario y socialista pueda derrumbarse?”. La pregunta  la hizo el Líder Histórico de la Revolución Cubana  en el 2005 y toca la esencia de una realidad inédita en nuestro país.

No deja de provocarnos nuevas reflexiones, a  la altura de las  circunstancias actuales, poner en interrogante  la irreversibilidad de una causa con una resistencia constante a toda prueba, contra diversas manifestaciones de terrorismo e injerencia para derrocarla durante más de  50 años.

Esos signos de interrogación nunca brotaron, ni cuando todavía vivíamos la efervescencia del triunfo o cuando los mercenarios irrumpieron por Playa Girón,  para destruirnos en las mismas luces del nacimiento.

Tampoco en los días difíciles de la crisis de octubre, al borde de un ataque nuclear,  ni cuando toda la guerra de sabotajes desatada contra la economía nacional abortar la reciente infraestructura realmente nacional.

Esa interrogante no nos las hicimos en aquellos difíciles momentos del Período Especial, o del derrumbe  de la URSS y el resto del campo socialista al dejarnos sin materias primas, maquinarias,  millones de toneladas de combustible, con toda la trascendencia que implicó para un país pobre, bloqueado y sin recursos al vaivén de su propia suerte.

Hemos salido airosos de no pocos escollos para aislarnos en el plano internacional, asfixiarnos por hambre y enfermedades, ante colosales batallas contra las calumnias, intentos de condenas internacionales, búsquedas de pretextos para atacarnos militarmente o tentativas de provocar subversiones internas.

Más de una vez recocimos la capacidad del pueblo cubano ante tamaños desafíos por no dejarnos arrebatar la obra construida,  y aseguramos el carácter invencible de la Revolución, ante esos cada vez más osados propósitos,  por borrar el ejemplo sin precedente de la Revolución Cubana.
Con la premisa de un pueblo enérgico y viril estamos aquí para los nuevos escenarios,  porque ningún intento por destruirnos logrará el éxito, como demostró el dinosaurio bloqueo económico, comercial y financiero, condenado por el mundo entero.

Entonces asegurar que no hay fuerza externa que logre acabarnos, pero la Revolución si puede autodestruirse y nosotros seríamos los principales responsables, es como aceptar perder la gran batalla en una escaramuza.

No entenderíamos la ofensiva actual contra las ilegalidades, la corrupción, el enriquecimiento ilícito, por el control y la exigencia desligada de  la interrogante de Fidel: “¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse o es que los hombres pueden hacer que se derrumben?”.

El rediseño de la política económica  del país, en la búsqueda de cimientos sólidos, debe extirpar, en primer orden,  los errores, porque a partir de los años 90 floreció, en muchas mentalidades, la corrosiva tendencia de disfrazar el delito de robar los  recursos del Estado, como alternativas para paliar  las escaseces.

En esa compleja época sustituimos la óptica del mejoramiento colectivo por la permisibilidad de las soluciones individuales a las necesidades. Sin quererlo propiciamos el nacimiento de una clase de “nuevos ricos”, que alimentados por el descontrol, y las propias insuficiencias, empezaron a abultar sus bolsillos.

La idea, ya planteada, de que si permitimos  resurgir en Cuba una burguesía será tan corrupta como la de antes de 1959 y por supuesto  apoyada ahora por una potente  fuerza externa, que la hará una quinta columna inconmovible, no es un ejemplo hipotético.

 No nos llamemos a engaños, hablamos de un peligro potencial, cuya más eficaz contrapartida en la suma de todos y la máxima claridad de cuanta acción se haga.

Referir la idea urgida de convertirnos en jueces y fiscales de  todo el pueblo,  es una forma  metafórica  de subrayar la necesidad de potenciar las fuerzas colectivas para el control de nuestros recursos, mucho más inteligente como tarea profiláctica, con el constante diálogo de nuestras realidades.

¿El enfrentamiento es al ciudadano honrado, que vive con el dinero de sus esfuerzos y asienta las mejoras de sus  condiciones de vida en sus posibilidades reales? ¿Es a quienes aportan sin  acudir a maniobras fraudulentas en beneficio personal? No hablamos de quienes incrementan sus arcas por las posibilidades brindadas por la actualización del Modelo Económico Cubano de manera lícita para afianzar un socialismo prospero y sustentable.

¡No!, debe entenderse que es contra aquellos “vivos” acopiadores de billetes sin ningún aporte, ostentosos de niveles de vida  injustificados y con elevados patrones consumistas.

Tenemos la noble voluntad de acercar las remuneraciones a la altura de los empeños, que cada cual perciba de acuerdo con sus contribuciones, en franca aproximación a la fórmula socialista “de cada cual su  capacidad a cada cual su trabajo”.

Por eso llegó la hora, nuevamente, de cerrar filas con astucia e inteligencia. El llamado es, en primer término, a entender los diferentes por qué en ascenso en la sociedad actual, y en mayor o menor dimensiones según las generaciones, con inquietudes e incomprensiones.

Hay que detener en seco la existencia de lastres destructivos de la economía nacional, que influyen negativamente  en nuestra fortaleza ideológica.

Debemos fomentar el diálogo, como mejor vía de poder explicar los complejos procesos actuales, ¿por qué aplicamos determinadas políticas o estrategias inentendibles para algunos?

Todo tiene su respuesta, pero se impone reflexionarla, para entender una actuación, que si bien está acoplada a las circunstancias, lleva como algo imprescindible la no renuncia de la soberanía nacional y a ninguno de nuestros principios.

El discurso político debe tener suficientes argumentos, demostraciones y ejemplos concretos que permita el debate público, con la certeza que la voluntad es lograr una práctica socialista,  fuente de felicidad, de vida digna, de realización personal y tranquilidad económica, de articulación entre el proyecto personal y las metas generales de la sociedad.

No todos los cubanos comprenden, procesan y poseen la misma percepción ante los cambios, por eso la importancia de decir y saber manifestarlo, sin dar una charla, sino saber charlar.
Para nadie debe ser secreto que tocamos temas sensibles, requeridos de mucho tacto e inteligencia, porque el menor equívoco dañaría las conquistas revolucionarias alcanzadas en estas décadas.

Uno de las vías que puede ayudar mucho en este empeño son las agendas mediáticas, pero no con trabajos timoratos o simplones, que no vayan a las causas ni ofrezcan soluciones y apartados de la intencionalidad.

Lo contado debe incluir logros y defectos, verdades y contradicciones. Es una manera de hacernos creíbles y acentuar nuestro papel persuasivo, porque acudir al triunfalismo puede apártanos de la realidad y aparentar  una sociedad perfecta que no tenemos.

El concepto martiano de la prensa da en el clic: “…Catedrática para explicar, filósofa para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sana, elegante, oportuna, valiente en cada artículo. Debe verse la mano enguantada que lo escribe y los labios sin manchas que lo dictan…”.
  
Y como premisa, otra gran idea del Maestro: “la honradez es el vigor en la defensa de lo que se cree, la serenidad ante las exigencias de los equivocados, ante el clamoreo de los soberbios, ante las tormentas que levanten los que entienden mejor su propio provecho que el provecho patrio”.

Entonces, hagamos nuestra las palabras del Apóstol, convirtámosla en respuesta a esa gran interrogante que es la realidad actual.


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