Por Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Si todos lograran agarrar por la solapa a los lectores y “obligarlos” a leer sus escritos hasta el punto final, de manera espontánea, aparecería la fórmula ideal
para todo periodista.
“Saber seducir”, no obedece a un ejercicio prologado en el
tiempo y mucho menos endilgarlo a la
capacidad de quienes se encuentran con nuestras líneas.
Dentro de ese cúmulo teórico
que avala el encontrar el buen estilo, algunos catedráticos lo asumen como un
fenómeno multifactorial con primacía de la naturaleza interna.
Tal vez nunca alcancemos la añorada excelencia, pero en el quid de buscar perfeccionamiento podemos
encontrar muchas maneras de utilizar las palabras de modo màs decoroso.
Es aquí donde “la autopreparación del periodista”,
sacrosanta frase del discurso actual sobre la calidad en este Sector en Cuba,
adquiere relevancia, ya despojado del atributo de voluntariedad personal y vestido
con una categoría màs forzosa apremiada por las exigencias.
La preocupación íntima para adiestrarse dejó de ser una facultad
optativa, en la misma medida que los nuevos requerimientos puntualizaron los requisitos para un ejercer
màs digno, como estrategia generalizada.
Ocuparse por si
mismo, por un mejor desempeño, muchas
veces se ha dicho, es problema de autoestima y del grado de responsabilidad que
se tenga por lo escrito debajo del crédito, porque ser bueno o malo está directamente proporcional a la motivación
personal por encontrar màs conocimientos.
Hay un panorama
objetivo mucho màs favorable en el tema de la prensa, con los accesos a las
nuevas tecnologías facilitadoras de mayor aprendizaje, pero se trata, como
premisa, de establecer que los equipos
ayudan y lo primordial seguirá siendo el recurso humano.
Escribir 10 líneas y romper 20.
El sentido hiperbólico intencional sirve para ilustrar cuan
importante resulta la meticulosidad a la hora de redactar.
Encontrar el verbo adecuado,
el adjetivo útil sin excesos de
machaconería y un orden de las palabras que pondera la sintaxis no es labor de
apremios, pero nunca significa el uso indeterminado en el tiempo.
Tan nocivo resulta quienes escriben bien, pero despacio o
mal con velocidad. Comparto con los especialistas el acierto de hallar la justa
medida, en los propósitos de equiparar
rapidez y calidad.
El buen uso del lenguaje, por ser el instrumento de la
inteligencia, defiende la parte utilitaria de nuestra profesión, he aquí una
perfecta comparación ilustrativa: “Nadie podría interpretar bien el Concierto
de Aranjuez con una guitarra desafinada, nadie podría jugar con auténtica
destreza al billar si manejase un taco defectuoso. Quien domina el lenguaje podrá
acercarse mejor a sus semejantes…”.
Y ahí está la mejor convocatoria a las filas: Si las
palabras son el vestido de los pensamientos, búsquense formas para no exponer
ideas desnudas con las cuales será escasa la influencia de nuestros mensajes, intento
difícil si no hay conciencia de que cualquier ascenso presupone voluntad para
conseguirlo.
La avalancha de modernidad moldea un entorno rodeado de
tecnicismo, ahí está la eficaz computadora de disímiles Gigas de memoria, con
una Internet todopoderosa las 24 horas del día, que ofrece sus buscadores como especie de
magos virtuales capaces de encontrarlo todo con una simple palabra clave, ¡pero
cuidado!, sepamos apartar la hojarasca para no ser engullido por el bosque.
Hay riquezas que no pierden vigencia, porque repetiríamos la
historia de darle la patada al candil cuando llegó la lámpara y para un
periodista, no todo se resuelve a nivel
de teclas.
Estudios indican que los profesionales de la pluma, imbuidos en el
universo de la computación, se apartan, cada vez màs, de métodos elementales de
superación como leerse en un buen libro.
Ejemplos imperecederos
Martì periodista tiene muchas aristas. Su desempeño en cerca
de 40 publicaciones del Continente, desde El Diablo Cojuelo hasta su periòdico
Patria, muestra la prolìfera labor.
Parte importante desempeñó el talento, para esa prosa sobria y elegante conque coronó
su obra de creación periodística, pero
no deben descartarse sus métodos para conseguir el adiestramiento útil,
ese que resulta imprescindible para conocer “desde un microbio hasta el cosmo”.
En su vasta actividad, hay un fragmento crucial para entender
sus reglas de preparación:
“Entre un mundo de papeles, le pongo estas líneas, escribió
a su amigo Manuel Mercado en junio de 1888, se reiría de mi si me viera. De un
lado, un rimero de libros políticos, para que ni una de las afirmaciones de la
Historia de la Campaña vaya sin cimiento sólido. De otro,
Historias italianas, para refrescar
recuerdos de Garibaldi, sobre quien tuve que hablar ayer. Al codo, Darwines y
Antropología, porque ahora hay aquí un Congreso Antropológico…”.
Bajo el título Un congreso antropológico en Estados Unidos,
el periòdico La Nación,
de Buenos Aires, publicó el artículo anunciado por el reportero Martì.
¿Cuál fue su qué?: “…Vamos adonde hablan del hombre
americano y sus orígenes..., ¿su dónde?:
“Los robles y cipreses seculares dan sombra al pórtico viejo del colegio de
Columbia, que ha abierto sus puertas a los sabios…”.
Hay una
minuciosa descripción de los delegados,
del ambiente y de las más
notables intervenciones. He aquí la
imagen que nos da de un ponente: “Parecían desdoblársele los ojos… cuando
enunciaba alguna de sus verdades esenciales. Tenía la frente alta por el
noroeste, como empujada por el pensamiento”
Fue un comentario
completo, con la explicación desde la teoría de Darwin; la predisposición orgánica para el crimen, el
origen del hombre americano y no faltó la metáfora, el símil, la manera bella
de transmitir ideas con un ritmo envidiable.
Charles Anderson Danma, director del The Sun, de Nueva York,
donde Martì colaboró, dijo a su muerte: “…Tenía sólidos y extensos
conocimientos, y sus ideas y conclusiones eran originales y brillantes”.
No se pretenda esgrimir los actuales problemas de espacio, como conspiradores de productos màs acabados,
por la sencilla razón que cantidad y calidad no están reñidos.
Del redactor depende que los editores no tengan por qué
sufrir los sinsabores añadidos por un trabajo manqueado; esa voluntad individual que pueda generar una
prensa diseñada para “encaminar, explicar, enseñar,
guiar, dirigir” como propuso Martì, la que ayuda a quienes gobiernan y establece
y fundamenta enseñanzas, “si pretende que el país la respete, y que conforme a
sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre".
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