Columnas

Wednesday, February 25, 2015

Seducir las emociones




            
Por Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu

Si todos lograran  agarrar por la solapa  a los lectores y  “obligarlos” a leer sus escritos   hasta el punto final,  de manera espontánea, aparecería la fórmula ideal para todo periodista.
“Saber seducir”, no obedece a un ejercicio prologado en el tiempo y mucho menos endilgarlo  a la capacidad de quienes se encuentran con nuestras líneas.
 Dentro de ese cúmulo teórico que avala el encontrar el buen estilo, algunos catedráticos lo asumen como un fenómeno multifactorial con primacía de la naturaleza interna.
Tal vez nunca alcancemos la añorada excelencia, pero en  el quid de buscar perfeccionamiento podemos encontrar muchas maneras de utilizar las palabras de modo màs decoroso.
Es aquí donde “la autopreparación del periodista”, sacrosanta frase del discurso actual sobre la calidad en este Sector en Cuba, adquiere relevancia, ya despojado del  atributo de voluntariedad personal y vestido con una categoría màs forzosa apremiada por las exigencias.
La preocupación íntima  para adiestrarse dejó de ser una facultad optativa,  en la misma medida que  los nuevos requerimientos  puntualizaron los requisitos para un ejercer màs digno,  como estrategia generalizada.
Ocuparse  por si mismo, por un mejor  desempeño, muchas veces se ha dicho, es problema de autoestima y del grado de responsabilidad que se tenga por lo escrito  debajo del crédito,  porque ser bueno o malo está  directamente proporcional a la motivación personal  por encontrar màs  conocimientos.
 Hay un panorama objetivo mucho màs favorable en el tema de la prensa, con los accesos a las nuevas tecnologías facilitadoras de mayor aprendizaje, pero se trata, como premisa, de  establecer que  los equipos  ayudan y lo primordial seguirá siendo el recurso humano.

Escribir 10 líneas y romper 20.

El sentido hiperbólico intencional sirve para ilustrar cuan importante resulta la meticulosidad a la hora de redactar.
Encontrar el verbo adecuado,  el adjetivo útil  sin excesos de machaconería y un orden de las palabras que pondera la sintaxis no es labor de apremios, pero nunca significa el uso indeterminado en el tiempo.
Tan nocivo resulta quienes escriben bien, pero despacio o mal con velocidad. Comparto con los especialistas el acierto de hallar la justa medida,  en los propósitos de equiparar rapidez y calidad.
El buen uso del lenguaje, por ser el instrumento de la inteligencia, defiende la parte utilitaria de nuestra profesión, he aquí una perfecta comparación ilustrativa: “Nadie podría interpretar bien el Concierto de Aranjuez con una guitarra desafinada, nadie podría jugar con auténtica destreza al billar si manejase un taco defectuoso. Quien domina el lenguaje podrá acercarse mejor a sus semejantes…”.
Y ahí está la mejor convocatoria a las filas: Si las palabras son el vestido de los pensamientos, búsquense formas para no exponer ideas desnudas con las cuales será escasa la influencia de nuestros mensajes, intento difícil si no hay conciencia de que cualquier ascenso presupone voluntad para conseguirlo.
La avalancha de modernidad moldea un entorno rodeado de tecnicismo, ahí está la eficaz computadora de disímiles Gigas de memoria, con una Internet todopoderosa las 24 horas del día,  que ofrece sus buscadores como especie de magos virtuales capaces de encontrarlo todo con una simple palabra clave, ¡pero cuidado!, sepamos apartar la hojarasca para no ser engullido por el bosque.
Hay riquezas que no pierden vigencia, porque repetiríamos la historia de darle la patada al candil cuando llegó la lámpara y para un periodista, no todo se  resuelve a nivel de teclas.
Estudios indican que  los profesionales de la pluma, imbuidos en el universo de la computación, se apartan, cada vez màs, de métodos elementales de superación como leerse en un buen libro.

Ejemplos imperecederos

Martì periodista tiene muchas aristas. Su desempeño en cerca de 40 publicaciones del Continente, desde El Diablo Cojuelo hasta su periòdico Patria,  muestra la prolìfera labor.
Parte importante desempeñó el talento,  para esa prosa sobria y elegante conque coronó su obra de creación periodística, pero  no deben descartarse sus métodos para conseguir el adiestramiento útil, ese que resulta imprescindible para conocer  “desde un microbio hasta el cosmo”.
En su vasta actividad, hay un fragmento crucial para entender sus reglas de preparación:
“Entre un mundo de papeles, le pongo estas líneas, escribió a su amigo Manuel Mercado en junio de 1888, se reiría de mi si me viera. De un lado, un rimero de libros políticos, para que ni una de las afirmaciones de la  Historia de la Campaña vaya sin cimiento sólido. De otro, Historias italianas,  para refrescar recuerdos de Garibaldi, sobre quien tuve que hablar ayer. Al codo, Darwines y Antropología, porque ahora hay aquí un Congreso Antropológico…”.
Bajo el título Un congreso antropológico en Estados Unidos, el periòdico La Nación, de Buenos Aires, publicó el artículo anunciado por el reportero Martì.
¿Cuál fue su qué?: “…Vamos adonde hablan del hombre americano y sus orígenes...,  ¿su dónde?: “Los robles y cipreses seculares dan sombra al pórtico viejo del colegio de Columbia, que ha abierto sus puertas a los sabios…”.
         Hay una minuciosa descripción de los delegados,  del ambiente y  de las más notables intervenciones.    He aquí la imagen que nos da de un ponente: “Parecían desdoblársele los ojos… cuando enunciaba alguna de sus verdades esenciales. Tenía la frente alta por el noroeste, como empujada por el pensamiento”
    Fue un comentario completo,  con la explicación  desde la teoría de Darwin;  la predisposición orgánica para el crimen, el origen del hombre americano y no faltó la metáfora, el símil, la manera bella de transmitir ideas con un ritmo envidiable.
Charles Anderson Danma, director del The Sun, de Nueva York, donde Martì colaboró, dijo a su muerte: “…Tenía sólidos y extensos conocimientos, y sus ideas y conclusiones eran originales y brillantes”.

No se pretenda esgrimir los actuales problemas de espacio,  como conspiradores de productos màs acabados, por la sencilla razón que cantidad y calidad no están reñidos.

Del redactor depende que los editores no tengan por qué sufrir los sinsabores añadidos por un trabajo manqueado;  esa voluntad individual que pueda generar una prensa diseñada para “encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir” como propuso Martì, la que ayuda a quienes gobiernan y establece y fundamenta enseñanzas, “si pretende que el país la respete, y que conforme a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre".

Nota: Como fuente se utilizó El estilo del periodista, de Alex Grijelmo y Obras Completas de José Martí

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