
Celia Sánchez Manduley es la cubana que supo cultivar rosas sin espina en la tierra fértil de la Patria, la mujer sincera de donde crece la palma. Fallecida el 11 de enero de 1980 fue una madre para los niños que buscaban un hogar verdadero y querían aprender a ser más útiles.

Celia también fue buena, supo igualmente dónde estaba su deber, desafió muchas veces la muerte en el movimiento clandestino 26 de Julio, creado después de los asaltos a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, en 1953, pero en el momento de honrar al maestro en lo más alto de la isla antillana no sabía que algún día tomaría otra vez cuesta arriba y por su valentía se convertiría en la Heroína de la Sierra y el Llano, en las filas del Ejército Rebelde, encabezado por Fidel Castro.

Nacida el nueve de mayo de 1920, en Media Luna, cerca de Manzanillo está afincada en el tiempo porque pertenece a un pueblo que ha sabido en todas las etapas de la lucha ser el gran protagonista de los grandes y pequeños acontecimientos que engrandecen la historia, enaltecidos por mujeres como Celia Sánchez, capaces de los mayores sacrificios y abnegación pues para ellas la Patria es ara y no pedestal.

Justamente este es un pueblo que la recuerda siempre, anda por los caminos por donde ella marchó, y cada 11 de enero deposita rosas sin espinas en su tumba. Los cubanos sabemos que Celia siempre estará allí donde habiten el amor y la ternura y reinen la humildad, la honestidad, la nobleza y el desinterés.
Por eso al decir su nombre la sentimos más cercana especialmente en estos tiempos, cuando tenemos que desafiar tantos escollos del camino y marchar a la par de las agujas del reloj, aunque encontraremos siempre a la Flor más autóctona de la Revolución cubana en los senderos por donde caminemos. Han pasado 34 años del fallecimiento de Celia Sánchez, símbolo y luz del pueblo.

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