Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Desde
1959, esta pequeña Isla ha recibido en sus 55 diciembres centenares de actos terroristas,
la mayoría perpetrados desde Estados Unidos. Muerte, dolor, luto, mutilados,
pérdidas materiales, daños a la economía...
27 de diciembre del 2001. Antonio Guerrero pronunciaba, ante sus verdugos, el último de los alegatos de defensa de los
Cinco.
“ ¿Qué
podía ser Cuba para defenderse y estar prevenida de los planes terroristas en
su contra?... No quedó otra
alternativa que contar con hombres que, por amor a una causa justa, por amor a
su Patria y a su pueblo, por amor a la paz y a la vida, estuvieran dispuestos a
cumplir, voluntariamente, ese hermoso deber en contra del terrorismo”.
Desde el
comienzo
Habían
pasado tres años desde la madrugada del
12 de septiembre, cuando comenzó esta
torcida historia. Muchos la catalogaron
como una caldera de odio y rencor que,
reventada estrepitosamente, sepultó toda
lógica con el peso de la desvergüenza.
Y tuvieron razón quienes
así pensaron, porque a partir de entonces no ha habido absurdos, por muy
inimaginables, que no hayan nutrido la copiosa
desfachatez del proceso seguido contra cinco cubanos encarcelados en el
Imperio, por protegernos de la violencia
del Norte.
El fiscal federal Thomas
Scott envuelto en un halo entre detectivesco y dramático dijo, en aquella
ocasión, que la seguridad nacional y
libertad de Estados Unidos habían sido “atacadas en su mismo corazón, por
espías enviados desde Cuba”.
Toda la maquinaria política
anticubana comenzó a trabajar. Se trataba de descargar en los compatriotas, la
ira acumulada durante más de 50 años por
no haber podido doblegar a este país. René, Fernando, Gerardo, Antonio y Ramón,
ante los ojos sedientos de venganza, se convirtieron en Cuba.
Vino el confinamiento solitario, el
enjuiciamiento en Miami, un lugar donde estaban condenados de antemano.
La
mafia de allí, encabezada por los congresistas Díaz-Balart e Ileana Ross,
enriqueció el fraude con un diluvio de propagandas falsas, coaccionaron a los
tribunales, compraron a los jueces y convirtieron el juicio contra los cinco,
cuyo único delito era haberse infiltrado en los grupos terroristas que operaban
en la Florida contra este país, en un ajuste de cuentas a la Revolución Cubana.
La falacia tocó los límites
de lo increíble, en materia de decencia.
Se condenó por delitos no probados, y
las penas impuestas brincaron los párrafos del Código para regodearse en la represalia.
Un manto de silencio cubre
el show mafioso de Miami. Sería imposible de explicar para un gobierno,
autotitulado líder de la lucha antiterrorista, tener castigados a
quienes combatían ese flagelo y además
reconocer la existencia de terroristas en su propio territorio.
La naturaleza
de tal proceso exige perseverancia en la
lucha. Los cubanos estamos
convencidos de las dosis de constancia para liberarlos, porque no hay
mayor certeza, que sólo estremeciendo a
la comunidad internacional con la verdad, podremos traerlos a nuestro lado.
No comments:
Post a Comment