Columnas

Tuesday, December 10, 2013

Los cinco y sus derechos humanos violados



  Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu


  Desde 1959, esta pequeña Isla ha recibido en sus 55 diciembres  centenares de actos terroristas, la mayoría perpetrados desde Estados Unidos. Muerte, dolor, luto, mutilados, pérdidas materiales, daños a la economía...
 
27 de diciembre del 2001.     Antonio Guerrero pronunciaba,  ante sus verdugos,  el último de los alegatos de defensa de los Cinco.
    “ ¿Qué podía ser Cuba para defenderse y estar prevenida de los planes terroristas en su contra?... No            quedó otra alternativa que contar con hombres que, por amor a una causa justa, por amor a su Patria y a su pueblo, por amor a la paz y a la vida, estuvieran dispuestos a cumplir, voluntariamente, ese hermoso deber en contra del terrorismo”.
     Desde el comienzo
     Habían pasado  tres años desde la madrugada del 12 de septiembre, cuando comenzó  esta torcida historia.   Muchos la catalogaron como una caldera de odio y rencor que,    reventada estrepitosamente, sepultó toda  lógica con el peso de la desvergüenza.
Y tuvieron razón quienes así pensaron, porque a partir de entonces no ha habido absurdos, por muy inimaginables, que no hayan nutrido la copiosa  desfachatez del proceso seguido contra cinco cubanos encarcelados en el Imperio,  por protegernos de la violencia del Norte.
El fiscal federal Thomas Scott envuelto en un halo entre detectivesco y dramático dijo, en aquella ocasión, que  la seguridad nacional y libertad de Estados Unidos habían sido “atacadas en su mismo corazón, por espías enviados desde Cuba”.
Toda la maquinaria política anticubana comenzó a trabajar. Se trataba de descargar en los compatriotas, la ira  acumulada durante más de 50 años por no haber podido doblegar a este país. René, Fernando, Gerardo, Antonio y Ramón, ante los ojos sedientos de venganza, se convirtieron en Cuba.
   Vino el confinamiento solitario, el enjuiciamiento en Miami, un lugar donde estaban condenados de antemano. 
La mafia de allí, encabezada por los congresistas Díaz-Balart e Ileana Ross, enriqueció el fraude con un diluvio de propagandas falsas, coaccionaron a los tribunales, compraron a los jueces y convirtieron el juicio contra los cinco, cuyo único delito era haberse infiltrado en los grupos terroristas que operaban en la Florida contra este país, en un ajuste de cuentas a la Revolución Cubana.
La falacia tocó los límites de lo increíble,  en materia de decencia. Se condenó por delitos no probados,  y las penas impuestas brincaron los párrafos del Código para  regodearse en la represalia.
Un manto de silencio cubre el show mafioso de Miami. Sería imposible de explicar para  un gobierno,  autotitulado líder de la lucha antiterrorista, tener castigados a quienes  combatían ese flagelo y además reconocer la existencia de terroristas en su propio territorio.
 La naturaleza de tal proceso exige  perseverancia en la lucha. Los cubanos estamos  convencidos  de las dosis de  constancia para liberarlos, porque no hay mayor certeza,  que sólo estremeciendo a la comunidad internacional con la verdad, podremos traerlos a nuestro lado.

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