Columnas

Tuesday, October 09, 2018

Jamás romper el haz



#CarlosManueldeCespedes grito de la Demajagua
Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@ahora.cu
El compromiso de libertar a la Patria engrandece a quienes en 1868, al grito de independencia de Carlos Manuel de Céspedes, respondieron al llamado en la Damajagua, que alcanza su crisol 90 años después, el primero de enero 1959  al entrar triunfante Fidel  Castro a Santiago de Cuba, como  continuidad histórica de la misma Revolución.
Ya lo dijo el Comandante en Jefe: “hablamos de una sola Revolución, comenzada el 10 de octubre y terminada el Primero de Enero”. Sacrificios, altruismo, héroes, mártires, sangre derramada, audacia, valentía y entrega prevalecieron en las contiendas.
 Por eso, Martí, Gómez Maceo, Agramonte, Mella, Villena articulan con Camilo, el Ché, Frank, Almeida y muchos más en la larga  lista de quienes ofrendaron sus vidas por Cuba. Solo la diferencia es de época, jamás de principios.
En ese arduo bregar de 150 años hay aspectos con total vigencia: la unidad en el proceso como requisito de defenderlo siempre. Martí alertó sobre la Guerra Grande:

   “Porque nuestra espada no nos las quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer nosotros mismos; y no estamos aquí para decirnos ternezas mutuas, ni para coronar con flores de papel las estatuas heroicas, ni para entretener la conciencia con festividades funerales, ni para ofrecer, sobre el pedestal de los discursos, lo que no podemos ni intentamos cumplir; sino para ir poniendo en la mano tal firmeza que no volvamos a dejar caer la espada”.
Fue una expresión bella, para ilustrar con exactitud, lo que pasó después de la primera década de lucha, interrumpida por el desmovilizador Pacto del Zanjón, con el cual se abrazó una paz sin haber conquistado la plena libertad y se complació el interés del enemigo de fragmentarnos.
En 1878, después de 10 años en la manigua, llenos de contradicciones internas, diferencia de intereses de las regiones, fricciones entre el poder civil y el militar, el Presidente y la Cámara, de total falta de unidad, regionalismo, caudillismo e indisciplinas poco quedaba por hacer para salvar nuestro primer grito de independencia.
La contienda primogénita cubana fracasó por errores de los propios mambises a la hora de conducirla.  Fidel consideró, en la conmemoración del centenario del heroico hecho: “Y al cabo de diez años aquella lucha heroica fue vencida no por las armas españolas, sino vencida por uno de los peores enemigos que tuvo el proceso revolucionario cubano, vencida por las divisiones de los mismos cubanos, vencida por las discordias, vencida por el regionalismo, vencida por el caudillismo…”.
Por eso, cuando el Maestro refirió la idea de ponerle firmeza a la mano,  para no volver a dejar caer la espada, mencionó los factores adversos que dieron al traste con la insurrección,  entre ellos la falta de unidad, palabra que en la actualidad sigue siendo una estrategia revolucionaria de salvaguarda de la nación cubana, cuando el pueblo constituyente analiza el Proyecto de Constitución,
El  necesario estudio de la historia nacional refuerza cuanta repercusión negativa tuvo la desunión en las guerras de independencia, empezando por la del 68, la guerra chiquita y la del 95. Fue el antagonismo dentro del Ejército Libertador y entre este y la Asamblea del Cerro lo que facilitó la intervención norteamericana, más tarde la disolución de ambas fuerzas dejaron al país sin ninguna dirección revolucionaria.
En su empeño de corregir uno de los mayores errores de la Guerra Grande, José Martí insistió en la necesidad de unirnos en la nueva contienda y lo extendió a nivel continental, cuando el imperialismo yanqui comenzó su ola expansionista, tal vigente hoy cuando renuevan la Doctrina Monroe, sintetizada en la frase “América para los americanos”.
Allegar las fuerzas constituyó, para el Maestro, juntar a los cubanos para el fin común de libertar a Cuba, entonces, combatía a quienes, confundidos por otras tendencias, desmovilizaban o creaban obstáculos para el combate, porque cada vez que nos rompían el haz recogíamos la derrota.
Los llamados para unirnos y salvar a la Revolución,  divorciados de las circunstancias actuales minimizan  el concepto, porque fue mucha la sangre de nuestros hijos en 150 años de lucha.
Juntarnos para la salvaguarda de la obra, hoy, es compartir ideas y objetivos para perfeccionarnos, tener deseos y  esperanzas comunes;  es cerrarles el camino a los sueños imperiales de destruirnos.
Significa luchar contra los vende patrias y anexionistas, quienes con falsos enfoques de democracia, derechos humanos y libertades, ofrecen su país por un puñado de dinero y promesas de poder, válido ahora a 150 años de la primera contienda independentista para reafirmar: Un mismo sacrificio una misma revolución victoriosa.

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