Si las relaciones humanas en la pareja, en la familia, los amigos, compañeros de trabajo o
estudio y hasta en la calle con desconocidos carecieran de amor, ese sentimiento
que nos endulza la vida; convertimos la existencia en algo ríspido, áspero e
insociable y trascendemos como una persona hosca y brusca.
De ahí la importancia es que en nuestro trato con
los demás predomine la ternura y la simpatía. Pero para querer a otros se debe
empezar por uno mismo.
Comparto el poema mandado a esta redacción por la
lectora Mayra Puentes (La mayaricera) titulado Cuando me amé de verdad de la
autoría de Charles Chaplin. “Cuando me
amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar
correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme... Hoy sé que eso
tiene nombre… autoestima.
“Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi
angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis
propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad. Cuando me amé de verdad, dejé de desear que
mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a
mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
“Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por
qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para
alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona
(tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
“Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo
lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me
empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy
sé que se llama… amor hacia uno mismo.
“Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme
por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los
mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta,
cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
“Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener
siempre la razón, porque con eso erré
muchas veces. Así descubrí la… humildad. Cuando me amé de verdad, desistí de
quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo
en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
“Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente
puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi
corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los
planetas chocan y del caos nacen las estrellas”.
Si nos proponemos ser personas dulces, tiernas,
amorosas, simpáticas y corteses, nos distinguirán por eso. Quienes nos conozcan
dirán: “Es un encanto”, porque con los insoportables nada quiere tratar.
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