Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@ahora.cu
¿Cuántos
sentimientos acumulo en estos casi 40 años, cuando sin cumplir 20 entré
al departamento matriz de la calidad de
¡ahora!: Corrección, y me convertí en
parte de un grupo de trabajo que llega a su media rueda el 19 de noviembre
próximo?
Fueron
tiempos del diarismo, con las muchas malas noches continuas y el obligado hábito de tener que dormir durante
el día; el apoyo de los de mi casa, para que no flaquera ante un horario de trabajo bastante difícil de
compaginar con una edad de inmadureces
apegada a los placeres nocturnos;
el nada fácil camino de evitar
errores, erratas y darle las mejores formas
al lenguaje y los aventones en bicicleta del viejo Froilán ya en los amaneceres sin sueño, cuando
concluía la edición.
Aquella primogénita época siempre estará asociada a
la noche en que me despedí de los míos
en noviembre de 1975 y no pude decirle que marchaba a la guerra de Angola. Se interrumpió
exabrupto mi reciente carrera laboral, los comenzados estudios de
periodismo y mis 22 años supieron los
malos sabores del riesgo, la distancia y el meno.
En estos años se incluyen la primera vez de la
agenda y los pininos del novel periodista, la premura de escribir presionado
por el cierre en una Redacción que no
había perdido sus trajines después de más de 12 horas de labor ininterrumpidas
y los días de una máquina de escribir y
grabadora obsoletas.
Más recientes
fueron los 21 años al frente de un colectivo, que ya traía la responsable
historia de haber nacido de Surco, periódico guerrillero del II Frente
Oriental; su multiplicación editorial con los
advenimientos de Ámbito,
Serranía y la reciente procreación de la página Web o el recién nacido
Ciberdiario, más el azaroso Período Especial que nos arrebató páginas,
desmembró el colectivo y otorgó la
obligada categoría de un Semanario.
Privilegia
haber vivido con los compañeros esos aciagos momentos, cuando ¡ahora! Tuvo que crecerse ante tantas dificultades,
para mantenerse en el pelotón de avanzada en pro de la supervivencia de la Obra de Enero.
Junto al Partido, siempre, hemos caminado en
perpetua honra de ser su Órgano Oficial y consciente del papel de educador de la prensa en Cuba. Lo hacemos hoy
con la divulgación y para el mejor entendimiento de las directrices del VI
Congreso, como lo hicimos ayer, cuando ante los reclamos de Holguín devastado
por la furia del huracán Ike nos mantuvimos atrincherados durante 68 noches
continuas en la Redacción, para sacar diariamente cuanta epopeya se hizo por
borrarles esas huellas a la provincia.
Estar en ¡ahora!
Es, para mí, perenne responsabilidad;
fidelidad incondicional a la Revolución; pertrecharme de conocimientos, para un mejor
ejercicio; cumplir con el deber,
mejoramiento humano y predicar con el ejemplo.
Guardan sitio prominente en este recuento la entrada
sin salida del galardón de Vanguardia Nacional hace 22 años, el machete del
Generalísimo entregado por Raúl Castro, el Gran Premio en el VI y VIII
Festivales Nacionales de la Prensa
Escrita y cuanto lauro político, cultural o sindical nos reafirman en el
pelotón de avanzada del periodismo cubano. Haber acompañado a Fidel y a Raúl en
sus recorridos por la provincia constituye uno de los más encumbrados premios
en mi trayectoria.
Mi máxima, siempre, será sentirme aprendiz eterno y nunca creer
haber llegado a la cima, esta es una lección para no olvidar a mis alumnos de
la carrera de Periodismo.
Siempre lo he dicho, ¡ahora! Es como una novena de
pelotas: hay jonroneros, bateadores de toques de bolas, primeros, segundos,
terceros y cuartos bates, mentor y hombres de apoyo al equipo, cada uno desempeña un determinado
papel de acuerdo con su capacidad, pero sin todos el mecanismo no
funciona y cuando llegamos a descubrir las
potencialidades de cada quien le develamos
su verdadera riqueza.
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