La responsabilidad de decir #YoSoyFidel |
Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Vivimos momentos muy difíciles: Ya ocurre la primera
parte del cambio generacional, la política yanqui, para destruir a la
Revolución Cubana, vuelve a ser
altamente agresiva, el Congreso de ese
país aprueba un millonario presupuesto para sustentar sus planes subversivos y
el Líder de la Obra de Enero no nos
acompaña físicamente.
Fidel fallece
en noviembre del 2016, con 90 años de edad, pero su impronta sigue siendo el
poder del pueblo para creer en sí mismo, el progreso de la nación desde los
propios recursos y, recurrir, al arma secreta de los cubanos: vergüenza y
dignidad, cuando creyéramos que los momentos eran aún más duros.
Delinea una forma de autoconducirnos para saber, en cada momento, que hacer sin su
presencia. Dónde están las prioridades, opciones, sapiencia y, cómo defender, a
ultranza, la unidad de la Patria.
La salvaguarda de la Revolución es el mejor regalo al
siempre Comandante en Jefe, quien toda
su vida la pone al servicio de Cuba y deja lecciones imperecederas en la
conducción del único gobierno revolucionario en el Archipiélago.
Su máxima referida a la Patria es que no es un espacio físico, sino compromiso
constante con la tierra donde se nace, como una certeza y, es preferible, morir que
perderla. Está más allá de cualquier frontera y, en este caso, es más altruista
porque es una pequeña Isla llena de
virtudes en este mundo de grandes poderes y avaricia por la riqueza personal.
Demuestra, con su valor y conducta intachables, que en una obra humanitaria como esta importan
mucho las personas, porque son la esencia de la Revolución y califica de insuperable
el ejemplo personal.
Eso de pensar en grande y trazarnos
metas descomunales, las cuales, sino lográbamos, por lo menos intentábamos, lo caracteriza desde los primeros momentos
cuando decide tomar la segunda fortaleza militar del país, sin detenerse ante
los obstáculos ni ceder ante las dificultades.
No podemos decir “Yo soy Fidel” si no actuamos cada día en saber
materializar su concepto de Revolución.
La dejadez, conformismo, mediocridad, mentiras y oportunismo de los de mentes anquilosadas los
aleja de Fidel, quien nos educa en la
importancia de los detalles en cada acción, porque es el único modo de evadir
las dañinas chapucería e improvisación.
Nos enseña a prever, e ir más allá de
lo alcanzable a simple vista. Esa es la razón para entender que un país bloqueado por la mayor potencia mundiual
puede convertirse en referencia internacional.
Insiste que, a veces, es necesario saber leer entre líneas, para comprender un acontecimiento y muy importante: cómo actuar
en cada circunstancia, oponerse a los golpes bajos y definir, sin equívoco, si
el momento es de puño cerrado o de respuesta inteligente.
Otras de sus
enseñanzas: creer en nosotros como pueblo,
contar con todos para los
esfuerzos, respetar el conocimiento, decir lo que pensamos y tener ética en un mundo que existe muy poca
De Fidel aprendemos del optimismo, saber levantarnos, cuando el fracaso toca a
nuestra puerta y, que nada convence, más como el ejemplo. Sus prácticas instruyen a enfrentar a los
traidores y apátridas con tino y, muy importante, no desviar la batalla del
frente principal que es construir la sociedad que queremos.
Critica, siempre, desde su maestría, lo mal hecho,
tan lejos de la eficiencia, la doble moral, esa que distancia tanto de su obra;
la adulonería ensombrecedora del poder correcto
y la holgazanería, enemiga del necesario
sacrificio.
Fustiga los
aprovechados, la falta de méritos, el
consignismo vacío, la dejadez, el hurto o robo al estado, el no cumplimiento de
las misiones asignadas, las indisciplinas y acomodarse para dañar a los demás.
Como Martí, el Comandante en Jefe pondera la unidad,
como garantía para mantener el proceso revolucionario, estar preparado para la
guerra de pensamientos y propiciar el
diálogo con las masas desde la importante batalla de ideas para convencer y
razonar entre todos.
Al conversar con el pueblo defiende como vital los argumentos, porque solo ellos convencen y dan
herramientas útiles en el debate. Fidel es un convencido que no podía hablarse
de progreso para Cuba con males acumulados como la corrupción, falta de
laboriosidad, apatía, prostitución,
engaños, explotación, ambiciones personales.
Aún en los
momentos de mayores peligros, desde
siempre, condena la falta de responsabilidad, egoísmo, déficit de ímpetu, pesimismo e
indolencia.
Ahora su orden es seguir adelante con sus enseñanzas que debemos materializar
cada día, con el honor de ser un cubano más como ese Gigante, ejemplo para el
mundo mejor que aspiramos, quienes sabemos cultivar la rosa blanca de Martí, el
autor intelectual de su gran obra, para saber defender: Siempre Fidel.
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