Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
La unidad de las naciones latinoamericanas y caribeñas
es muy necesaria, cada vez más, a medida que ganan fuerzas las oligarquías
nacionales y el imperialismo yanqui, con su renovada doctrina Monroe.
Ya 1826 se
piensa en la unidad, cuando, desde el 22 de junio al
15 de julio, presidida por Simón Bolívar, efectúa, en Ciudad de Panamá, el Congreso Anfictiónico de Panamá (en
recuerdo de la Liga Anfictiónica de Grecia antigua).
Fue un encuentro sin la presencia de Estados Unidos al que asistieron Colombia,
Ecuador,
Panamá,
Venezuela,
Perú, Bolivia,
México,
Honduras,
Nicaragua,
y Costa Rica.
La idea de unir a las naciones del continente, con
intereses comunes, la América Nuestra como la llama Martí, es hoy más
imprescindible que nunca.
Martí siempre dedica pasión y sacrificio para
estrechar, en un mismo haz, a los
pueblos del Continente, incluso junto a su Revolución, iniciada el 24 de
febrero de 1895, no deja de luchar por ese propósito, pues concibe la
integración latinoamericana como parte necesaria y de garantía para la
independencia de Cuba.
Uno de los acontecimientos que más lacera al Maestro
fue la celebración, en 1889 de la Primera Conferencia Panamericana, donde se
exacerbaron los intentos de anexión de Estados Unidos a los países americanos
en concordancia con la Doctrina Monroe de 1823, que proclama “América para los
americanos”.
En esa ocasión es más palpable la dicotomía entre
las dos Américas. Martí se pregunta: “¿Y han de poner sus negocios los pueblos
de América en manos de su único enemigo?”.
Su alerta,
publicada el 2 de noviembre, y que
constituye el documento más completo de su ideario antiimperialista, dice: “Sólo
una respuesta unánime y viril, para la que todavía hay tiempo, sin riesgo,
puede libertar, de una vez, a los pueblos españoles de América de la inquietud
y perturbación (…) la política secular y confesa de predominio de un vecino
pujante y ambicioso…”.
La fila de árboles para no dejar pasar el Gigante de
las Siete Leguas es un requerimiento. Si en “aquel invierno de angustia, en que
por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo… se reunieron bajo el águila
temible, los pueblos hispanoamericanos…” como califica Martí a la Primera
Conferencia Internacional de Washington, no se defiende la idea del Libertador de una verdadera
unidad continental opuesta al viejo anhelo panamericanista de Blaine, vivimos momentos cruciales con una Derecha
envalentonada y dispuesta a acabar con los procesos revolucionarios.
Nadie
debe obviar que el pensamiento del Maestro de “derribar lo que nos separa,
acercar lo que nos distancia, auspiciar lo que nos junte, porque ¿qué haremos indiferentes, hostiles,
desunidos?” es hoy un llamado a la supervivencia, con una total actualidad.
Sólo
el bloque de pueblos americanos pudiera funcionar como contén al propósito imperial de Estados Unidos de engullirnos, en momentos que no queda mucho espacio para
contrarrestar la avalancha norteña.
También, es esta oportunidad como el 1889, “ se verá quienes defienden, con energía y
mesura, la independencia de la
América, donde está el equilibrio del mundo, o si hay naciones, por el miedo o el
deslumbramiento, o por el hábito de servidumbre o el interés de consentir…
mermar con su deserción las fuerzas indispensables para frenar la tentativa de
predominio…”
Queda la
interrogante martiana “¿quiénes salvarán el honor de la América?” Su llamado al combate vuelve a estar latente
y con el, implícito su grito de
advertencia y denuncia a una enmascarada intención de unión y más cuando hay
tantas amenaza, principalmente para Venezuela.
Los
que secunden la propuesta bolivariana defenderán la posición del Héroe Nacional
dada en Venezuela a Fausto Teodoro de Aldrey: “De América soy hijo: a ella me
debo. Y de la América,a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, esta es la
cuna.”
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