Por Hilda Pupo Salazar y Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
Hace 41 años, un seis de octubre, el mundo se estremecía con
uno de los actos terroristas más abominables de la historia: la destrucción en
pleno vuelo del avión de Cubana de Aviación con 73 personas a bordo.
En cuestiones de minutos fueron
convertidos en despojos los 24 integrantes del Equipo Juvenil de Esgrima,
ganadores para el país de todas las medallas de oro de un Campeonato
Centroamericano y del Caribe, efectuado en Caracas; 15 miembros de otra
tripulación de Cubana que rotaba en Barbados, un grupo de trabajadores del
Instituto Nacional de la Pesca, cinco representantes culturales de la República
Democrática de Corea y 11 jóvenes guyaneses, seis de ellos con becas para estudiar en la Facultad de
Ciencias Médicas de la Isla.
No pasó mucho tiempo para conocer los
autores de tal barbarie: los ejecutores fueron Hernán Ricardo y Freddy Lugo y
sus jefes eran Orlando Bosch y Luis Posada Carriles.
La jueza Delia Estava se hizo cargo del
proceso y con pruebas irrefutables dictó auto de detención contra los
cuatro, por homicidio calificado,
fabricación, uso de armas de guerra y
documentos falsos.
Las brutales presiones ejercidas por la
CIA y la Fundación Cubano Americana, como
cerebros que dictaban desde el Norte, torcieron el proceso. La jueza
renunció y la situación fue modificada al extremo que ya en 1987 a Bosch lo
declararon inocente y fue liberado.
Los terroristas abrigaron a su
congénere y salía a la calle un bandido
que hasta la CIA calificó como el más peligroso del continente.
Caracas liberó a Bosch y Miami lo acogió.
La FNCA intercedió para que el Departamento
de Justicia de Estados Unidos no lo expulsara, le garantizó residencia y
libertad de movimiento. Posada Carriles no tuvo destino diferente y ya el 1985 estaba libre
con pasaporte a El Salvador.
Si después de ese brutal sabotaje, Washington y Miami no hubieran protegido a
esos asesinos no lamentaríamos otras cargas de muerte para el pueblo, pero con
tal compadreo con el terrorismo, Cuba necesitó defenderse.
Los culpables del atentado en Barbados no
han pagado y, mientras Estados Unidos siga con su doble moral, castigando a
quienes combaten ese flagelo, Cuba seguirá pidiendo justicia.
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