Rodobaldo Martínez Pérez
rodo@enet.cu
En la articulación
de nuevas estrategias para fortalecer nuestra ideólogia cubana no solo puede hablarse del número
de acciones, sino de su efectividad.
No vale decir cuánto suman desde las políticasdefinidas, sino el número de acciones
logradas, sin retroceso, sino en constante ascenso en
función de fortalecer la ideología de la Nación en su pueblo.
La batalla de ideas
debe sistematizarse, porque todo acto de
influir en la opinión individual para lograr el aumento en la pública es
cuestión de perseverancia e inteligencia de todo el sistema del país.
Llámese
así o armas para la batalla; las mejores maneras para la confrontación
ideológica fueron lecciones martianas del siglo XIX.
Uno de los méritos
del Apóstol, quien este 19 de mayo llega a los 123 años de caído en combate en los
campos de Dos Ríos, constituye el logro de la unidad de los
viejos combatientes de la contienda de 1868, con los llamados “pinos nuevos” y, para eso, utiliza una labor paciente y perspicaz
durante décadas, independientemente de los grandes obstáculos y resistencia
hasta de patriotas comprometidos.
El autor Intelectual del asalto al cuartel Moncada
defiende, en la década de 1880, en unos apuntes sobre Centroamérica: “… las
ideas, aunque sean buenas, no se imponen ni por la fuerza de las armas, ni por
la fuerza del genio. Hay que esperar que hayan penetrado en las muchedumbres”.
A Martí le cupo la
virtud de convencer sobre la necesidad de una nueva guerra en Cuba, después de
las crecientes desmotivaciones nacidas en diez largos años de lucha sin lograr
los objetivos propuestos de liberarnos de España.
Para persuadir que el independentismo era la
única alternativa posible para conseguir la libertad, con astucia desnuda, a la vez, al
autonomismo, reformismo y anexionismo, tendencias en contra de la lucha
arma.
Resulta una ardua
tarea de convencimiento, que tuvo su punto culminante en el comienzo de la
denominada guerra necesaria.
El 10 de abril de 1895, a horas de
incorporarse a la manigua mambisa, el Maestro, desde Cabo Haitiano, escribe su
famosa frase, en carta dirigida a sus amigos Benjamín Guerra y Gonzalo de
Quesada: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a
pensamiento”.
Defiende, en ese momento, la distribución oportuna del Manifiesto de Montecristi dentro de la
Isla, documento acabado de firmar por el Apóstol y Máximo Gómez, el cual sintetiza los principales objetivos de la Revolución, como
su plataforma política.
Hasta la redacción
de Patria llegaron las precisiones del director, José Martí: “Los puntos
principales: capacidad de Cuba para su buen gobierno,-razones de esa
capacidad,- incapacidad de España para desenvolver en Cuba capacidades
mayores,- decadencia fatal en Cuba y alejamiento de sus destinos, bajo la
continuación del dominio español…”.
Tal como lo predijo
Antonio Gramsci, marxista italiano, en los años 30 del siglo XX y reitera
su mejor discípulo, Fidel Castro, en varias ocasiones: “las
nuevas guerras se ganarían en el campo intelectual, en la cultura y las ideas”.
La
confrontación ideológica está enconada como nunca y la Revolución cubana, hoy
señalada, más que antes, blanco principal de los ataques del imperio, tiene en el apego de la
verdad de su prensa la mejor fuerza dentro de ese combate de pensamientos.
En el 2001 el Comandante en Jefe dijo: No existe arma
más potente que la convicción profunda y la idea clara de lo que debe
hacerse... El mundo será conquistado por las ideas, y no por la fuerza, cuyo
poder para sojuzgar y dominar la humanidad será cada vez menor.”
Como nunca la
inteligencia y la habilidad sojuzgan, para decir, como Martí: “…las ideas
justas, por sobre todo obstáculo y valla, llegan al logro. Los hombres mismos
que la sacan de sus cerebros…, no pueden apagar sus llamas que vuelan como alas y abrasan (incineran) a quien
quiere detenerlas”.
Tanto en la época del Maestro como en la actualidad,
es de vital importancia el contenido de lo pensado. La credibilidad progresa, únicamente, con la fortaleza de lo
dicho, aquello que no puede desarmarse apenas se rebate.
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