Por una Cuba mejor
Rodobaldo Martínez Pérez/ ¡ahora!
rodo@ahora.cu
Cuando Raúl Castro caracterizó a la corrupción
como uno de los principales enemigos de la Revolución dimensionó el problema y
todo su poder destructivo para la sociedad cubana. Lo vio dentro de esos
asuntos a los cuales Fidel aludió hace casi 6 años en la Universidad de la
Habana, cuando consideró los flagelos
que podían dar al traste con la Obra del 59 y autodestruirnos como país.
Raúl definió sus dos
partes y llamó la de “cuello blanco”, a
la cometida por directivos y funcionarios nacionales y extranjeros vinculados
con el comercio exterior y la inversión extranjera y las fechorías realizadas por delincuentes comunes en complicidad con
dirigentes administrativos y empleados de dependencias estatales: Transporte,
Industria Alimentaria, Comercio, Gastronomía, Sistema de Viviendas, Industrias Básica y la Agricultura escenarios proclives para
esos delitos.Como ambas manifestaciones desangran al país y al patrimonio de nuestro pueblo, como unos de los principales problemas ideológico en la actualidad, es por lo que el delineamiento económico y social de Cuba incluye la estratégica acción de combatir incansablemente esos males, actuar estrictamente apegado a la Ley y no hacerlo una campaña más “dándole la razón a aquellos que esperan que todo volverá a ser igual y que las aguas cogerán su nivel”.
Son acciones determinadas la lucha contra el sacrificio ilegal de ganado vacuno, contra “aquellos burócratas corrompidos, con cargos obtenidos a golpe de simulación y oportunismo que utilizan las posiciones que todavía ocupan para acumular fortunas, apostando a una eventual derrota de la Revolución” y todo lo que equivalga a la obtención de beneficios personales con los recursos colectivos.
En
la solución debe haber un rescate ético, pues se involucran personas, que aún
cuando conocen que es inmoral
no saben rechazar un beneficio personal y llegan a traicionar hasta su propio
yo, alejan la virtud de la prudencia,
sin norma propia para el discernimiento entre el bien y el mal.
Las
faltas continúas a la honradez, que una vez juraron, les lleva a un proceso de infamia
y tras eso nace la doblez: aparentan ser
lo que realmente no son.
Hasta en el juego hay una ética: Ganar si,
pero importa mucho el modo de lograrlo. No a cualquier precio.
Las convicciones y los principios deben
estar en el "no" a las proposiciones deshonestas y faltas de
dignidades. Se necesita mucho decoro y pensar en las grandes afectaciones que
puede provocar, a escala nacional, un solo hecho delictivo de estos tipos en
buscas de ganancias para el provecho propio, aparte del deterioro del prestigio
personal.
La repercusión negativa en las familias,
de actitudes como esas, adquiere un peso determinante y da al traste con toda
la labor educativa hecha en los hogares hasta ese momento. Teoría sin ejemplos
prácticos no se dan la mano.
A los hijos no se conducen hablándoles
del bien y enseñándoles el mal. Resulta dañino si formamos entes a quienes no
se enseña que, detrás de las fortunas, tiene que haber trabajo honrado.
Cuando los hombres optan por el
crecimiento del capital íntimo, sin
realizar esfuerzos y dan el primer paso al aceptar la más mínimas prebendas, se parapetan con la auto justificación, “si otros lo hacen
porque yo no”, y colocan la primera
piedra de la degradación humana. Lo más
lamentable es que esa forma fácil de vida se vuelve un vicio y adquiere categoría
de creciente.
La corrupción en la economía de un país actúa
como un indetenible salidero, que no puede darle cabida a ningún intento de
macro avance, de ahí la urgencia de proyectar el desarrollo futuro del país
parejamente a un combate sin tregua al despilfarro.
Para ilustrar el
alcance del derroche, Raúl Castro la llamó acto de contrarrevolución, ante el cual sistematicidad, control,
severidad, implacables y exigencia adquieren papeles relevantes. El Congreso
del Partido trazó las líneas de acción, resta cumplir lo proyectado.
Al apostar por una Cuba mejor interesa
cada día la eficacia de la acción individual,
la huella de austeridad y principio que quedan inspirados siempre en hacer bien
a cualquier costo y esos deben ser los derroteros que prevalezcan en nuestro
proyecto, en nombre de la moralidad que significa a la Revolución Cubana ante el
mundo.
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